martes, noviembre 08, 2005

Alla maniera di Fallaci

La decadencia de las civilizaciones suele empezar cuando empiezan a poner en duda sus propios fundamentos, cuando los impulsos que favorecen sus proyectos históricos empiezan a perder fuerza y el acomodo reemplaza al estímulo. Si de alguna manera tuviera que describir la sociedad en que vivimos desde el punto de vista de la psicología, diría que somos la encarnación del complejo de culpa o la sublimación del masoquismo. La raíz última del problema es que nuestro sistema de valores se ha acabado resumiendo en uno: los derechos son individuales, pero los deberes son colectivos. Hemos eliminado la responsabilidad personal de nuestro ideario, lo que a la postre significa que atribuimos una difusa culpa social a cualquier tipo de crisis; es decir, de todos, es decir, de nadie.

Y esto nos hace extremadamente débiles, aunque nuestro desarrollo económico y tecnológico diga lo contrario. Débiles ante el terrorismo, ante los comportamientos antisociales de toda índole - dentro y fuera de nuestras fronteras -, ante los "-ismos" de cualquier color. Somos, en fin, excesivamente vulnerables frente a cualquier manifestación del nihilismo, quizás porque detrás de nuestras convenciones intelectuales últimas no hay más que eso: la nada absoluta.

Si Hitler viviera hoy, toda Europa sería nazi. La expansión alemana sería perfectamente justificada por los abusos del Tratado de Versalles y nos negaríamos a ir a la guerra, porque la guerra es el mal absoluto y andamos sobrados de Edens y cortitos de Churchills. Al fin y al cabo, los nazis no serían más que víctimas de la depresión económica alemana y de una educación inapropriada, empujados de forma ineludible a la conquista de Polonia ante la falta de expectativas y el ansia de restitución de algún difuso derecho histórico. Permitiéndome la anacronía, diría que el exterminio de judíos hoy día estaría hasta bien visto como justiprecio por el "genocidio" palestino. Y Normandía se consideraría una agresión imperialista.

El hecho de que yo pueda estar aquí tan ricamente escribiendo en mi blog se debe al desarrollo de una sociedad cuyo progreso se hizo a golpes de filosofía griega, el derecho y la cultura romanos, el renacimiento, la revolución francesa, el humanismo cristiano, el marxismo, el liberalismo, la separación entre religión y estado, la revolución industrial, la democracia. Cuyo reverso son el capitalismo salvaje, las cruzadas, las chekas o el colonialismo, ciertamente; pero un reverso del que somos conscientes y que nos hemos esforzado en superar colectivamente. Mi pregunta es: ¿por qué a demasiados les cae más simpático Atila que Augusto?

Dice Julián Marías - no sé si heredado de Ortega - que no se debe intentar contentar a quien no se quiere contentar. O dicho de otro modo: jamás debe tolerarse lo intolerable. Aunque esté bien visto.

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