viernes, mayo 09, 2008

Israel

Se cumplen ahora los sesenta años de la creación del estado de Israel, probablemente uno de los hechos más significativos, menos comprendidos y más influyentes en el orden internacional después de la Segunda Guerra Mundial. También uno de los que más se prestan a la demagogia barata debida a un desconocimiento supino de la historia del siglo XX.

Explicarlo todo ocuparía varios posts, pero no creo que merezca la pena. Trataré de resumirlo al máximo. Para empezar, el estado de Israel se crea en un territorio que era un protectorado inglés, no un país soberano. El plan preliminar de la Sociedad de Naciones desde los años treinta era crear dos estados, pero los países árabes se opusieron desde el principio frontalmente a la existencia de un estado judío en la región, con la confianza de que, caso de fundarse, podrían exterminarlo militarmente en cuestión de horas. Por tanto, se negaron por principio a todas las propuestas de partición de Palestina que se plantearon, todas ellas con mayor territorio para la hipotética parte árabe, ya que los judíos aceptaban el criterio de mayoría étnica en cada región.

La Segunda Guerra Mundial precipitó el curso de los acontecimientos. El mensaje que el pueblo judío asimiló, incluso entre aquellos sectores que no eran abiertamente sionistas, es que el Holocausto y los muchos siglos de persecuciones demostraban que la única forma en que podrían vivir en paz y seguridad era tener su propio estado. Alemania era el país europeo donde más integrados se habían sentido los judíos. Hitler les demostró que se equivocaban, y el comportamiento de muchos compatriotas en los diferentes países europeos ocupados por los nazis no ayudó precisamente, ya que cuando no miraron para otro lado colaboraron activamente en la persecución. Comunidades judías completas y asentadas desde hacía siglos, simplemente, desaparecieron para no volver.

El Estado de Israel se proclama el 14 de Mayo de 1948. El plan aprobado por Naciones Unidas creaba un estado palestino y otro judío, con aproximadamente la misma superficie (el 54 % para Israel, pero teniendo en cuenta que le tocaba el desierto del Neguev). La respuesta de la Liga Árabe fue atacar Israel esa misma noche: Egipto, Siria, Irak, Líbano y Jordania le declaran la guerra. Sorprendentemente Israel vence (in extremis y gracias a una oportuna partida de armas checoslovaca), obteniendo más territorios de los asignados y aprovechando para unir regiones que estaban dispersas en el mapa inicial; el resto de lo que habría correspondido al nunca fundado estado palestino se lo repartieron los atacantes. Los árabes que vivían en la zona ocupada por Israel u anexionada por Egipto, Siria o Jordania pasan automáticamente a ser "refugiados", tema que merece un análisis aparte.

Según la ONU, 650.000 habitantes árabes huyeron del territorio ocupado por Israel. Lo hicieron por cuatro motivos: para evitar los combates, porque la administración se había desintegrado, por miedo a los judíos (concretamente a ciertos grupos paramilitares) y porque las radio árabes se encargaron de impartir la orden o provocar el pánico. Estos refugiados pasaron a Cisjordania, Transjordania, Irak, Siria, Egipto o Gaza, y el motivo por el que sesenta años más tarde sigamos hablando del "problema de los refugiados" es porque los países que los recibieron los mantuvieron en campos esperando una reconquista de Palestina que nunca llegó. Por tanto, ahora se da la paradoja que hay tres o cuatro veces más "refugiados" que en 1948 si contamos a sus descendientes. Por el contrario, Israel reasentó y dio la nacionalidad sistemáticamente al medio millón de judíos que fue a su vez expulsado de países árabes.

El resto de la historia de Israel en el siglo XX es cíclico: sus vecinos árabes vuelven a la carga y vuelven a perder una y otra vez, y el territorio judío a aumentar (sí, se puede hilar más fino, pero sirva a modo de resumen). Internamente, aparece otra variable con el terrorismo palestino, que provoca la tan conocida espiral acción-reacción del huevo y la gallina: atentado palestino, represalias judías (algunas particularmente odiosas como el ataque a Shabra y Shatila, que aunque efectuada por mercenarios libaneses pareció tener el consentimiento tácito israelí). Por el camino, mucha sangre inocente de uno y otro lado, y demasiadas oportunidades perdidas para la paz, la última en 2000 en Camp David con Clinton, Arafat y Barak, que estuvieron a punto de firmar un acuerdo definitivo que fue rechazado en el último momento por parte palestina, para variar.

A modo de corolario, y por si quedan dudas, no puedo simpatizar con el crimen de estado ni con la represión desmedida en la que muchas veces ha caído Israel, pero yendo al origen de la cuestión, si los palestinos no tienen un estado es porque ni sus correligionarios árabes ni sus dirigentes se lo han permitido, por acción, omisión o simple incompetencia en las múltiples oportunidades que han tenido para conseguirlo, y si los israelíes se han convertido en una potencia militar y en una especie de Goliath muchas veces cruel es porque se han visto obligados a luchar por su supervivencia como nación desde el primer minuto de vida. Los palestinos han sido sistemáticamente utilizados como ariete por las potencias limítrofes y más recientemente por el islamismo radical, pero tanto ellos como los israelíes tienen el derecho y la obligación de convivir en paz, por su bien y por el nuestro. Del odio mutuo sólo se sale con tiempo, esfuerzo y altura de miras de una y otra parte.