domingo, septiembre 23, 2007

LA RAZÓN es un periódico de Caracas

Hay una interesante polémica en Internet al hilo de la foto que encabeza este post. Sugiero al lector que se dé una vuelta por Google y constate la indignación del euskopersonal y los comentarios socarrones y perdonavidas de todos los que consideran que La Razón (el periódico español) es la extrema derecha y sólo la leen los tontos iletrados fachas. Ellos no lo leen, claro, lo cual, en un ejercicio muy en boga hoy en día, no les priva de criticar sin contrastar.

El pequeño detalle que se les escapa a todos ellos, que no son extremos, ni iletrados, ni fachas, es que La Razón en la que aparece el pie de foto es la de Caracas, la cual, lamentablemente, no tiene versión online (o yo no la he encontrado). Puede que se sorprendan, pero hay periódicos que se llaman igual en distintos países. ¿Curioso, eh? Si le queda alguna duda, no tienen más que consultar la hemeroteca de La Razón española para ver si encuentran la noticia de marras, aunque tendrán que poner unos eurillos. Esto fue lo que publicó este periódico (por cierto, el 22 de junio):


De hecho, me he tomado la molestia de confirmar la noticia con La Razón española y me han confirmado que la foto de la polémica se publicó en la de Venezuela. Ignoro si ésta también es de "extrema derecha" como la de aquí, pero en cualquier caso, al César lo que es del César.

En un acto de benevolencia que me honra, transcribo en texto el pie de foto y algunas palabras clave para que me encuentren por Google y se decepcionen un poco. Ahí va: "Jugadores de la Segunda Division Española portando una pancarta en Caracas en honor de Chavez y De Juana Chaos."; selección; Euskadi; "no lo hemos entendido".

Lo siento, chicos. A seguir erre que erre con lo vuestro.

viernes, septiembre 21, 2007

Ni conllevar ni contentar

En uno de los debates más brillantes de los primeros tiempos de la Segunda República, Azaña y Ortega discuten en sede parlamentaria cómo debía ser el encaje de Cataluña y el País Vasco dentro del nuevo Estado. Es una lectura muy recomendable no ya por la altura intelectual del mismo - impensable en los tiempos que corren - sino por la profundidad con que la cuestión se analiza. Aunque ambos están a favor de la autonomía, me quedo con una frase de Ortega donde afirma que "el problema catalán no se puede solucionar, sino tan sólo conllevar". La cual podíamos unir a mi frase favorita de Julián Marías, archirepetida: "no se puede contentar a quien no se quiere contentar".

Los españoles en su conjunto podemos engañarnos de muchas manera con el asunto de los nacionalismos periféricos. Podemos seguir ciclotímicamente los mensajes cambiantes que la clase política nacionalista emite, ora conciliadores, ora amenazantes. Podemos echarle la culpa al franquismo (que no había tenido aún lugar en el año 31, que yo recuerde). Podemos echarle la culpa a Aznar y su presunto talante crispador. Podemos incluso culparnos a nosotros mismos por no ser lo suficientemente receptivos con las demandas periféricas. Podemos seguir mirando para otro lado y pensar que esto sólo es cuestión de transferencias, estatutos y presupuestos. O bien podemos asumir de una vez por todas que un número considerable de catalanes y vascos no están dispuestos a ser españoles, número que no tiene que ser necesariamente proporcional al voto nacionalista - mal entendido como "localista" por muchos electores - pero que en ningún caso es despreciable.

Mi propuesta es cortar por lo sano. Para empezar, se necesita un cambio constitucional que fije definitivamente las competencias del Gobierno central, recuperando las que procedieren si hiciera falta (la educación como mínimo), revisando quizás la cuestión de la Monarquía (para el que se pique con esos ajos) y permitiendo a su vez que las mal llamadas "nacionalidades históricas" puedan convocar referenda de independencia. Porque el quid de la cuestión, para mí, no es si vascos y catalanes quieren seguir integrados en España, sino si a los españoles nos interesa que lo sigan estando. España está pidiendo a gritos una estabilización de su modelo de Estado, donde dejemos de desperdiciar esfuerzos, tinta y disgustos mutuos tratando de "conllevar" a quien "no se quiere contentar". Económicamente, el País Vasco no aporta nada a la caja común debido al cupo. Cataluña sí es donante neta, pero no de las que más, y, por otra parte, habría que descontar la cotización de todas las empresas de ámbito nacional cuya sede está allí, muchas de las cuales es muy probable que la cambiasen a otra región en caso de separación. Sí es cierto que para algunos deportes la selección sufriría un palo considerable, pero no deja de ser un mal menor.

No se me escapa que hay detalles que pulir que no son moco de pavo y demuestran en sí lo obsoleto del concepto de autodeterminación en el contexto geopolítico donde nos encontramos:
  • ¿Quiénes podrían votar? ¿Los nacidos en Cataluña y País Vasco? ¿Los empadronados?
  • ¿Se permitiría repetir periódicamente el referéndum? ¿Cada cuanto tiempo? ¿Hasta que salga que sí?
  • ¿Qué ocurre si el resultado varía según las provincias? ¿Se permitiría una independencia parcial? ¿Y si en las ciudades sale una cosa u en los pueblos otra?

Lo más seguro es que un referendum de independencia fracasaría en Cataluña y muy probablemente en el País Vasco. En tal caso, puede ser que los que ya están en vías de radicalizarse lo hagan aún más, pero habría dos ventajas: el resto de los españoles sabríamos sobre seguro que esa radicalización no obtendría rédito álguno y el argumento del "derecho a decidir" quedaría automáticamente desactivado. Y sobre todo, tendríamos las reglas claras y el mismo café para todos, pero esta vez de verdad.

En definitiva: a grandes males, grandes remedios.

Jesucristo Superstar versión Arafat

Soy devoto - en el sentido laico de la palabra - de JC Superstar. La he visto taitantas veces y escuchado en multitud de versiones. Me parece la obra magna de sus autores (A. L. Webber como compositor y Tim Rice como letrista) y, por tanto, algo digno del mayor de los respetos. De ahí mi sorpresa cuando en una crítica sobre la versión recién estrenada en Madrid me encuentro con la siguiente perla:
Más aciertos de esta nueva producción: una hábil e intencionada ambientación
actual en la que judíos (el Sanedrín) y palestinos (los apóstoles) viven bajo el
dominio del «amigo» americano (los romanos), personificado en un Poncio Pilatos
de reconocible uniforme estadounidense, con un muro de la vergüenza como fondo
que nos sitúa en la Jerusalén actual.
Lo cual demuestra dos cosas: que el articulista no debe de conocer la obra original y que el responsable del montaje, aparte de no haber entendido un pijo del sentido de la historia ni del contexto real de la Palestina del siglo I, es un memo. Huelga decir que me parece evidente la poca fortuna de los presuntos paralelismos; si no es su caso, le recomiendo que empiece por ver la película y lea un poquito sobre la historia de Israel.

Supongo que esto va en la misma línea de los montajes actuales de ópera donde Carmen de Bizet, pongamos por caso, es una prostituta de Amsterdam que participa en un "reality show" y Don José es el productor del programa - homosexual encubierto - que se enamora locamente de ella pero mantiene una relación secreta con el torero; condición indispensable es que las cigarreras canten con los pechos al aire y vayan vestidas con trajes sado-maso.

Pues nada, una entrada cara y un viaje que me ahorro.

P.D: en un caso análogo, me encuentro con que la nueva temporada de "Cuéntame" se inaugura con la introducción del penúltimo Alcántara que quedaba - Carlitos - en el apasionante mundo del antifranquismo y la lucha obrera escolar (falta la niña pequeña, que estará a punto de liarla en la guardería, supongo). Lo que uno se plantea es que, si ese es el presunto reflejo de la familia media española de la época, cómo es que Franco murió en la cama. Desde la izquierda siempre se ha criticado que esta serie está edulcorada. Ahora ya no lo está: es simplemente mentira.