lunes, septiembre 16, 2013

Adelante hacia el abismo

Con la Diada 2013 y la cadenita humana, que habría permitido a una ardilla llegar de los Pirineos hasta Castellón sin pisar el suelo, de cabeza festiva en cabeza entusiasta, nos vamos acercando sin prisa pero sin pausa a un punto de no retorno que nos aboca a un conflicto irremediable. Ni el gobierno catalán está por templar gaitas ni el central por hacer un mínimo de pedagogía, quizás porque no saben. Lo cierto es que vamos camino de repetir algunos de los momentos más tragicómicos de nuestra historia reciente (hablo de Maciá, hablo de Companys, hablo de lo que vino después que ya sólo fue trágico a secas) sin ningún motivo de peso que lo justifique.

Mas y sus socios de desgobierno lo tienen claro: o consulta en 2014 o elecciones plebiscitarias seguidas de una declaración unilateral de independencia. Esto, dicho hace cuatro años, sonaría a cachondeo. Pero no lo es. Y honestamente, hay que tener mucha paciencia para digerir tanta estupidez y tanta chulería un día sí y otro también. Debo reconocer que estratégicamente lo están haciendo a la perfección: han elegido un momento de debilidad nacional, han puesto todos los recursos públicos necesarios al servicio de una idea simple que nadie se está tomando la molestia de analizar y han conseguido vender la moto de que el problema de Cataluña se llama España. Lo realmente sorprendente de todo esto es que una mayoría creciente de catalanes, presuntamente con dos dedos de frente, se va sumando al carro inexorablemente; más o menos como si a los andaluces nos diera masivamente por asaltar supermercados con Sánchez Gordillo y su banda en nombre de los pobres niños que no tienen cuadernos para el cole por culpa del PP.  Que el independentismo en Cataluña haya pasado en dos o tres años de menos del 30% a más del 50% no tiene una explicación racional salvo como una monumental ida de olla colectiva, que se realimenta a sí misma, y que por día que pasa aumenta de temperatura. Y lo siento por mis buenos amigos y parientes catalanes pero no se me ocurre otra forma de definirlo. Es como el que tiene un callo en el dedo y opta por amputar la pierna.

Los argumentos sobre el particular ya los di en extenso en esta entrada del blog. No tengo tiempo ni ganas de repetirme, lo cierto es que las cosas han ido a peor. Así que voy a la idea central: desde Cataluña básicamente se exige que se rompa la legalidad en nombre de la "democracia", lo cual es un oxímoron, una proposición contradictoria en sí misma. La democracia o se basa en la legalidad o no existe. La democracia no se mide en la asistencia a una manifestación, sino en el respeto a las leyes y a las instituciones. Se podrá argumentar que las leyes (la Constitución, en este caso) pueden cambiarse, pero en tal caso toca seguir las reglas establecidas para modificarlas. Eso es lo que distingue un estado democrático de una república bananera o de un régimen fascista. A estas alturas, parece que nos hemos olvidado de que el señor Mas es la máxima autoridad del Estado en Cataluña; de hecho, lo poderes que ejerce y la legitimidad de la Generalitat, el Parlamento y el estatuto catalanes dimanan precisamente de la Constitución. Si la Constitución es papel mojado, todo lo demás lo es. ¿Podría entonces un gobierno central suprimir las autonomías arbitrariamente sabiendo que hay una minoría de bastantes millones de españoles que lo aplaudirían? ¿Podría yo ponerme de acuerdo con el resto de vecinos de mi pueblo y dejar de pagar impuestos, iniciativa que creo gozaría de inmediata popularidad? ¿No es eso "derecho a decidir"?

Pongamos un ejemplo chusco: supongamos que el Barcelona F.C. exigiera que desapareciera la regla del fuera de juego. Imaginemos que, partido tras partido, los 120.000 aficionados que caben en el Camp Nou lo reivindicaran mediante pancartas, mosaicos y cadenas humanas que le dieran la vuelta a Barcelona. ¿Lo democrático es hacerles caso, porque son bastantes y localizados? Las reglas del fútbol se pueden cambiar, pero ¿no debería ser aceptado por el resto de clubes de la Liga? ¿No tendría la FIFA algo que decir al respecto? ¿Puede una parte decidir por el todo unilateralmente? En resumen: ¿debe prevalecer el derecho de una minoría (por muy cohesionada que esté en términos de tiempo y espacio) sobre el de la mayoría?

Creo que una hipotética independencia de Cataluña sería desastrosa para España y para la propia Cataluña, por no hablar de que no veo un momento peor que este para andar jugando a aprendices de brujo. Pero lo grave del asunto es que una decisión de este tipo nos afectaría a todos y por tanto tendríamos que votarla todos. Si realmente los partidos catalanes quieren ir por esa vía, que vengan al Parlamento español, lo defiendan y consigan formar, si son capaces, una mayoría que acepte disolver las Cortes y modificar la Constitución para que el referéndum tenga lugar. Que la Constitución no sea fácil de cambiar es perfectamente lógico, porque precisamente se pretendía darle una estabilidad e impedir que un consenso mayoritario pudiera ser alterado por otro minoritario. Si realmente es eso lo que quieren los políticos catalanes, que se tomen su tiempo para hacer diplomacia y convencer. Pueden pasar años y puede no ocurrir nunca, pero es demencial pretender cargarse en una legislatura lo que lleva más o menos unido bastantes siglos. Ahora bien, han optado por aumentar la presión justo ahora porque saben que en el momento en que se normalice la economía lo más probable es que todo el chiringuito quede en evidencia y el sentimiento independentista pierda fuelle. Como tantas veces antes, están usando la máxima de "cuanto peor, mejor". La apuesta nacionalista confía en que ya no estamos en los años 30, asumiendo que pase lo que pase los militares se quedarán tranquilos en sus cuarteles y que el resto de los españoles dirán "pues a tomar por saco, que se vayan". Como poco, diría que es mucho suponer.

Los medios y políticos de fuera de Cataluña se consuelan apelando a una presunta "mayoría silenciosa" de catalanes que no están por la labor de separarse. Tengo mis dudas de que a estas alturas sea una mayoría, pero convendría que dejara de ser silenciosa. No obstante, el primero que tiene la obligación de hablar, a ser posible en una declaración en prime time seguida de una rueda de prensa todo lo larga que sea menester, es Mariano Rajoy, preferiblemente acompañado de De Guindos (de Montoro no, por favor). Mejor aún: que comparezca en el Congreso en sesión plenaria monográfica. Los problemas no siempre se arreglan solos, señor Presidente. A veces explotan en la cara y hacen pupa.