domingo, diciembre 30, 2007

"El Rey, personaje del año". Diario El País

Por su extraordinario interés, recomiendo la lectura del reportaje publicado hoy en El País sobre la figura del Rey, las funciones de la Institución y el efecto de los diversos acontecimientos ocurridos en torno a ella en 2007. Todos los que tengan un cierto interés sobre el funcionamiento del modelo de estado vigente encontrarán información valiosa.

Acceso al reportaje

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sábado, diciembre 29, 2007

Manuel Marín

Manuel Marín pertenece a esa clase de políticos que reúnen ciertas condiciones que por lo que sea cada vez son más escasas en nuestros partidos: inteligencia, sentido de la mesura, independencia y un discurso que resulta interesante y agradable de escuchar. Marín está en el mismo grupo que Manuel Pimentel, Paco Vázquez, Amalia Gómez, Nicolás Redondo Terreros u otros por el estilo que lamentablemente acaban haciendo mutis por el foro o pasando a la trastienda de sus partidos, dejando los primeros planos y los focos a gente mucho más mediocre y más antipática. Quizás porque hoy en día medran más fácilmente en ellos los pretorianos de perfil bajo y lengua larga, pero fieles a las consignas, que los librepensadores. Lo cual es una enorme desgracia para todos.

Lamento profundamente que Manuel Marín se marche de la política, si es que es un adiós y no un hasta luego para cuando vengan tiempos mejores. No andamos sobrados de verdadero talante y talento en estos días. Allá donde siga, mis mejores deseos y la mayor de las fortunas.

Hasta siempre, señor Presidente.

viernes, diciembre 28, 2007

Lo que opino del cambio climático

Vamos por partes, como las integrales.

Lo primero es que no hay unanimidad en la comunidad científica sobre el cambio climático en la mayoría de sus aspectos. No la hay respecto a su existencia en sí, ni a su evolución, ni a sus posibles efectos, ni a las causas que presuntamente lo están provocando.

Sugiero, por su amena lectura, la consulta del presente documento: http://www.ncpa.org/globalwarming/GlobalWarmingPrimer.pdf

Para los muy vagos, resumo al máximo el punto principal: los gases que provocan el efecto invernadero suponen en torno al 1-2% de la atmósfera; de ese porcentaje, el 95% es vapor de agua y sólo el 3,62% es CO2; de ese 3′62%, los humanos contribuímos con un 3,4% y el resto lo pone la Naturaleza (animales, volcanes, actividad biológica de los océanos, putrefacción de las plantas, etc). Resumidamente: si estos datos son correctos, el hombre contribuye al 0′28% del total de gases de efecto invernadero. Lo cual es algo como para mirar la cuestión con cierto escepticismo.

El informe expone otros muchos datos interesantes. Lo principal es que en los últimos miles de años ya ha habido considerables oscilaciones del clima. El clima era más cálido en tiempo de los romanos y más frío en el de Carlomagno, y entonces no se quemaba petróleo. Por otra parte, los modelos de clima para este siglo - incluso entre los que consideran que el cambio climático es lo que nos están contando - varían terriblemente. El mayor calentamiento en el siglo XX se dio antes de los 40, cuando las emisiones eran mucho menores. Aún hay más: mientras que la correlación entre el CO2 en la atmósfera y la temperatura en la Tierra no es siempre igual, sí parece más fiable la que existe entre la segunda y la radiación solar recibida. Con lo que sea ésta cual sea, resultaría bastante alejada de nuestro control.

En fin, que mi impresión es que las cosas no están tan claras. Creo además que tanto los políticos como los medios de comunicación, por razones diferentes, están creando un alarmismo innecesario sobre meras hipótesis, y me explicaré. Por ejemplo, ¿quién no ha leído en el último año noticias del estilo “la temperatura en España subirá 5º y el mar aumentará un metro en los próximos cincuenta años”? Luego abres la noticia y resulta que es un estudio que han hecho en no sé donde y han escogido el extremo más alto de la horquilla y el que menos probabilidad tiene.

Con todo esto no digo que la cuestión me sea indiferente, digo que se están presentando hipótesis de trabajo como realidades incontrovertibles y no me parece científicamente serio. Dicho lo cual, y suponiendo que efectivamente se esté produciendo un cambio climático debido a las emisiones de CO2 del ser humano, hay quien defiende con razón que será mucho más eficaz y más barato paliar los posibles efectos que tratar de evitar que el cambio se produzca. Es decir: si realmente es la combustión fósil la que está jodiendo la marrana, ¿sirve de algo hacer planes carísimos a X años vista con la idea de reducir en un 10 o un 15% las emisiones con relación al año Y? Si la culpa es nuestra, y dado el tiempo de permanencia del CO2 en la atmósfera, ya no hay nada que hacer; habría que cortar de raíz la quema de combustibles fósiles YA y hasta Al Gore sabe que eso es económicamente imposible mientras viaja en su jet. Por otra parte, a medio plazo es falaz defender que la alternativa a estos combustibles vayan a ser los biocombustibles o la energía eólica. La única alternativa viable a día de hoy es la energía atómica, pero no veo yo al ecologismo en esa línea. Además se olvida otra cuestión capital: la mejor forma de luchar contra el CO2 no es tanto emitir menos (que también) como mantener vivos los sumideros naturales, o sea, los grandes bosques, sean terrestres o marinos (una gran ciudad con las hectáreas suficientes de parque es capaz de absorber la casi totalidad del CO2 que emiten sus habitantes). Se da la paradoja que con la desforestación masiva en ciertos países para producir biocombustibles se está causando un daño ecológico mucho mayor que el beneficio que se busca.

Tras esta perorata, quiero dejar claro que mi escepticismo sobre las premisas de partida no me impiden estar de acuerdo con las medidas a tomar: controlar la deforestación, profundizar en el desarrollo de energías limpias, reducir la emisión de gases (es mucho más fácil que muramos por un cáncer debido al aire que respiramos en las ciudades que por el calentamiento global), cuidar las fuentes de agua potable, etc., etc. Todo ello es un bien que debe cuidarse independientemente del motivo por el que lo hagamos.

Felices Pascuas a todos.

miércoles, diciembre 19, 2007

"A vueltas con el informe PISA". Ricardo Moreno Castillo

Ricardo Moreno es catedrático del Instituto Gregorio Marañón y autor del "Panfleto antipedagógico"

En cierta ocasión, discutiendo con un cura, me dijo que era injusto acusar a la Iglesia de estar obsesionada con el sexo. ¿En qué se fundamentaba tal acusación? ¿Existían estadísticas fiables sobre cuántas homilías hablaban de sexo? ¿Se habían hecho porcentajes sobre el número de veces en las que el sexo es citado en documentos pastorales? Le contesté que no sabía de ningún estudio de este género, pero que me bastaba con bucear en mi memoria y cotejar mis recuerdos con los de cualquiera de mis conocidos educados en el catolicismo para sostener que la Iglesia está, efectivamente, obsesionada con el sexo. Cortó secamente la conversación asegurando que mis afirmaciones carecían de rigor.
Igual que el susodicho cura, hay mucha gente incapaz de ver la realidad cuando la tiene delante, y sólo la acepta cuando está traducida a gráficos y porcentajes. Suelen ser personas que tienen, además de pocas luces, una muy escasa formación científica, y conceden a la estadística una mayor credibilidad de la que le dan los matemáticos. Parecen desconocer cómo está la educación en España hasta que se hace público un informe sobre el lugar que ocupa entre los países que nos son más próximos, y cuantos puntos han retrocedido nuestros alumnos en comprensión lectora o en cálculo desde el informe anterior. ¿Hacían falta esos datos para reconocer un hecho que puede ver cualquiera? Hay alumnos que llegan al bachillerato (que, no lo olvidemos, se comienza a los dieciséis años) incapaces de operar con decimales, ignorando cosas muy elementales de geometría y, en algunos casos, sin saber la tabla de multiplicar. En muchas facultades de física, matemáticas e ingeniería ha sido necesario implantar un “curso cero”, que se imparte a lo largo del mes de septiembre, donde se enseñan cosas que antes sabía un estudiante corriente de trece o catorce años. Y la necesidad de este curso no se hizo patente hasta que llegaron los primeros alumnos procedentes de la reforma. Que el nivel de gamberrismo e indisciplina ha subido hasta cotas alarmantes es algo del dominio público, y del descenso del nivel de madurez de nuestros estudiantes hay pruebas cotidianas. No es insólito que un “niño” vaya con su mamá a matricularse a la facultad, y se han dado casos de alumnos universitarios que han ido a la revisión de notas acompañados de sus padres, a los cuales el profesor ha tenido que pedirles que salieran del despacho. Hasta ahora, las empresas preferían contratar a ingenieros jóvenes, para que se formaran en ellas desde el principio. Pues bien, conozco empresarios que, desde que llegaron las primeras generaciones de “ingenieros LOGSE”, prefieren contratar profesionales de más de treinta, procedentes del antiguo sistema. Porque si la formación del ingeniero ha de empezar por explicarle que a los clientes no se les recibe mascando chicle y con la gorra puesta, ya es partir desde muy abajo.
Cuando los hechos colisionan con las ideas, la humanidad se divide en dos partes. La de los tontos que niegan los hechos (amparándose a menudo en la ausencia de estudios y estadísticas) y la de los inteligentes que rectifican las ideas. Lamentablemente, nuestras autoridades académicas y los pedagogos que elaboraron la reforma están entre los primeros. Y cuando por fin aparecen los datos y los porcentajes que confirman lo que todo el mundo sabía, y les parece demasiado duro seguir negando los hechos, los mentores de nuestras leyes educativas escogen otro camino para eludir sus responsabilidades: atribuir el fracaso a factores circunstanciales (como los cambios sociales o a la presencia de emigrantes) y no a la propia perversidad del sistema. La estupidez y la mala fe no son incompatibles.
Pero los que así argumentan olvidan dos cosas muy esenciales. La primera, que existen institutos en los barrios y en los centros de las ciudades, institutos con emigrantes e institutos sin ellos, institutos rurales e institutos en pequeñas villas marineras. Por mucho que haya mejorado España en general los últimos treinta años, y esto nadie lo duda, los medios en el que están situados los centros de enseñanza pueden ser muy distintos, pero en todos ellos el nivel de conocimientos de los alumnos y el de convivencia bajó estrepitosamente en cuanto se implantó la reforma. Cuando una misma ley provoca efectos tan desastrosos en circunstancias sociales tan variadas, es razonable pensar que la culpa es de la ley, y no de las circunstancias sociales. La segunda, muy a menudo olvidada, es que la reforma no se implantó a la vez en todas partes, sino que durante varios años estuvieron coexistiendo ambos sistemas. Y ya comenzaron a sonar las primeras alarmas, porque se empezó a ver la diferencia entre los alumnos que habían estudiado en institutos donde se mantenía el viejo sistema y los que lo habían hecho en aquellos que habían implantado el nuevo, claramente favorable a los primeros. Y esta diferencia se podía constatar entre centros próximos entre sí, por lo cual las disparidades que pudiera haber entre los alumnos según su origen social eran irrelevantes.
Naturalmente, entre los cambios sociales está la presencia de inmigrantes en nuestras aulas, pero atribuir a esta circunstancia el deterioro de la educación en España es, además de una villanía, una afirmación muy peligrosa, porque es una manera como otra cualquiera de fomentar la xenofobia. Un inmigrante no es por sí mismo más o menos gamberro que un español, aunque si no se le educa y no se sanciona su mala conducta puede ser tan zafio como un español a quien no se le educa y no se sanciona su mala conducta. Es más, muchos estudiantes, procedentes de países con una escuela más tradicional (porque al ser países pobres, no tenían dinero para invertir en experimentos educativos delirantes) se escandalizan del poco respeto que los alumnos españoles tienen a sus profesores. Y la mayoría de los chicos sudamericanos llegan sabiendo dos cosas que ignoran gran parte de nuestros estudiantes: a pedir las cosas por favor, y la tabla de multiplicar.
Lo último que se ha escuchado para justificar nuestro fracaso educativo consiste en atribuir la ignorancia de nuestros estudiantes a la poca formación de sus padres. El argumento es sencillamente insostenible. Con el sistema anterior a la LOGSE (que, por supuesto, distaba mucho de la perfección) un estudiante medio terminaba la educación obligatoria a los catorce años sabiendo más que lo que sabe hoy un estudiante que acabe la enseñanza obligatoria a los dieciséis. En más tiempo se han conseguido peores resultados. ¿Estaban los padres de nuestros alumnos, antes de la implantación de la reforma, mejor preparados que los padres de ahora? Pero retrocedamos mucho más en el tiempo, cuando la enseñanza obligatoria sólo alcanzaba hasta los diez años. En escuelas unitarias, con un solo maestro para todos los niveles (y ahora se habla de “educación en la diversidad” como si fuera una gran novedad) aprendían los niños cosas como la tabla de multiplicar, el sistema métrico decimal, a escribir sin faltas de ortografía y otras cosas que hoy ignoran muchos de los estudiantes recién titulados de la ESO. ¿Eran sus padres más sabios que los de ahora? No, los padres de los alumnos de las escuelas rurales eran labradores, algunos de ellos analfabetos.
Más bien sucede lo contrario, quizás por primera vez en toda la historia, la generación de los padres (aún habiendo estado escolarizada menos años) está mejor preparada que la de los hijos. Pero todo vale, ignorar la realidad, negar los hechos, cualquier argumento por disparatado que sea, con tal de no reconocer lo que ya admite toda persona con sentido común: que la reforma educativa fue un disparate y que quienes la elaboraron son unos irresponsables. Y mientras esos irresponsables sigan poniendo su orgullo por encima de su país, la situación irá a peor y se seguirán malogrando generaciones y generaciones de estudiantes. El día que sean capaces de reconocer su error y la urgencia de rectificar, la cosa empezará a tener visos de solución.

lunes, diciembre 17, 2007

"Y va Zapatero y cae en la trampa". Carlos Herrera

ABC, 14-12-07

DICE Rodríguez Zapatero que está muy de acuerdo con el pensamiento Imaz, ese que consiste en disimular el agudo nacionalismo que le adorna mediante las buenas maneras y el sosiego expresivo. O sea, las trampas semánticas del nacionalismo hacen caer en sus redes a todo un presidente de gobierno. Inverosímil pero cierto. Veamos.
Preguntaba el portavoz del PNV por la consideración que mostraba ZP hacia aquellas personas que lucían una identidad nacional distinta a la española, y el líder afable y condescendiente le respondía haciendo suya la reflexión básica que todo nacionalista que se precie lleva en la cartera para blandir a las primeras de cambio: las diferentes identidades pueden coexistir en una sociedad civilizada. Pensamiento Imaz, digo. Pensamiento al que le falta la segunda parte, que es la que nunca enseñan salvo que les convenga marcar territorios y predominios. Si existen identidades colectivas, existen derechos colectivos nacidos de ellas, y de éstos, a su vez, nacerán diferentes raseros de medir que serán aplicados en función de la conveniencia política y la capacidad de presión a exhibir en momentos concretos. Veamos, amigo presidente, repita conmigo: no existen los derechos colectivos, existen los individuales; los colectivos conforman la excusa más elemental que esgrimen quienes defienden privilegios injustos; los individuales son los que conforman las sociedades libres. Si un sujeto quiere considerarse más vasco que nadie y sólo vasco vasquísimo, allá él si eso le entretiene, pero que sepa que en virtud de ese purísimo sentimiento no obtendrá ninguna ventaja sobre el que se siente español españolísimo y vive en el portal de enfrente. Más trampas: se enfrenta la identidad vasca a la española, una parte contra un todo. No la enfrentan a la identidad andaluza porque creen que ésta no existe o, en el caso de existir, no merece la dimensión comparativa. No la enfrentan a la valenciana porque Valencia es un apéndice que le cuelga a Cataluña y de ser algo son catalanes de segunda. Aquí las naciones son las que son, y todo lo demás es una amalgama de gente hirsuta con escasa diferenciación entre ellos. Es decir, un cántabro de la linde con la CAV es común a un canario, por ejemplo, pero no a un vasco pata negra. Y en esa trampa va y cae nuestro líder y contesta apelando a Imaz, un nacionalista tan severo como los demás aunque con la característica de no ser un energúmeno al estilo del miserable Arzallus. Con Imaz, es cierto, da gusto sentarte a hablar, pero no se confunda nadie: sus plazos serán otros, pero sus objetivos son los mismos. No es poca diferencia, pero no la suficiente como para dejarse engañar.
Aun así, tenemos la suerte de haber adelantado algo. Hace no demasiado tiempo éramos españoles aquellos que no podíamos aspirar a mucho más. Jordi Pujol, el último apóstol sobrevenido de la independencia de Cataluña, afirmaba tajantemente que España no era una nación y con ello nos condenaba a los que no éramos catalanes, gallegos o vascos a la condición de apátridas. Semejante disparate tenía su cénit más absurdo en el hecho de que un extremeño -a no ser que considerara a Extremadura una nación, que me da que no- no disponía de nación que echarse a la boca en un calentón patriótico. España era eso, una mezcla de tribus raras alimentadas por la generosidad de los laboriosos ciudadanos septentrionales de la península. Afortunadamente esa infamia ha desaparecido de su ideario público -no sé si del privado- y ahora reconocen la identidad española como el reducto en el que han de caber aquellos que no mascullan más lengua que la castellana.
Rodríguez Zapatero no puede caer en el error megaprogre de contestar racionalmente a una añagaza como esa, y menos ahora que se está haciendo de centro para tapar la vía de agua que le ha salido por su derecha. Menos ahora que manda a Pepe Bono a contestar a los nacionalistas por las diferentes conferencias de Madrid, esas que das tú o te dan. Menos ahora que tiene a una buena parte de su electorado medio convencido de que el suyo es el «Gobierno de España». Si quiere ganar votos por donde se le están escapando tengo por cierto que Imaz no es el referente que más le conviene.

jueves, diciembre 06, 2007

"El fracaso". José Aguilar

Diario de Sevilla, 05-12-2007

NO hay peor ciego que el que no quiere ver ni gobernante más nefasto que el que no admite su fracaso. Fracaso de toda la sociedad, como escribía ayer aquí Alejandro V. García, es que nuestros quinceañeros no sepan leer –entendiéndolo– un texto sencillo de unas cuantas líneas (en su idioma, claro). Eso refleja el informe PISA 2006, por fin hecho público ayer, que evalúa a los estudiantes de 15 años de casi sesenta países. Los ciegos voluntarios no querrán verlo, pero estamos de la mitad para abajo en la tabla clasificatoria en ciencias, matemáticas y comprensión lectora, que son los parámetros examinados. En el último de ellos, en la lectura, incluso hemos descendido de manera notable en estos quince años. No progresamos adecuadamente, retrocedemos de forma totalmente inadecuada. En ciencias vamos por detrás de naciones tan avanzadas como Letonia, Eslovaquia o Lituania. Dentro de este panorama desolador a nivel nacional, Andalucía destaca mucho. Se hicieron evaluaciones específicas del rendimiento escolar en diez comunidades autónomas, y Andalucía ha quedado la décima. La consejera de Educación, Cándida Martínez, ha dicho que no somos los últimos, sino los décimos, aprovechando la circunstancia de que las otras siste comunidades no han sido examinadas. Los décimos de diez, pero no los últimos, bello sofisma. Aunque las siete resultaran de un nivel inferior al andaluz –lo estimo francamente difícil, porque ahí están Madrid, Baleares y Valencia–, seguiríamos por debajo de la media española, que ya es baja en relación con la internacional que mide el PISA.También declara, Cándida, que los resultados corresponden al nivel de riqueza de Andalucía y al contexto de limitaciones culturales de los padres de los alumnos. Ahora bien, ¿no quedamos en que la educación era una prioridad de la Junta de Andalucía? ¿Ésta no iba a ser la generación más preparada de la historia de Andalucía? ¿Es éste el balance de veintisiete años de autonomía para decidir en qué invertimos? ¿Siete legislaturas y tropecientos mil millones de euros de presupuestos después se merecen desembocar en unos adolescentes que no saben leer? Lo curioso es que los gobernantes que deberían responder a estas preguntas también son evaluados, cada cuatro años, y sacan el aprobado.La última ‘perla’ de la consejera, durante el mal trago de comentar el PISA a la prensa, fue que el sistema educativo andaluz resulta más equitativo que la media de España y de la OCDE. Es estupendo: no saben comprender un texto de cuatro líneas, pero sin diferencias clasistas. Torpes a tope, pero todos por igual. Un argumento completamente ‘progre’. En el peor sentido de la palabra.