jueves, octubre 07, 2010

Menos era más (internet killed the radio star)

Mi primer contacto intencionado con la música fueron "Los 40 principales". Aunque resulte difícil de creer, allá por los primeros ochenta lo mismo sonaba Mike Oldfield que AC/DC, Deep Purple, Madonna o Bowie. Otros tiempos. Mejores. Dado que estaba corto de pelas como tierno infante que era, me compraba cintas vírgenes y grababa las canciones que me gustaban. Esto implicaba escucha activa para cazar el tema y habilidad para tratar de cortar en lo posible la voz de la locutora al principio y al final. Salían unas cintas un tanto extrañas, con Yazoo al principio, Quiet Riot en el medio y Luis Cobos por la otra cara, pero a mí me gustaban.

Luego vinieron los vinilos y los casettes originales. Una vez más, el limitado presupuesto obligaba a escoger con cuidado. Mi primer disco de música pop fue "Dónde está el país de las hadas" de Mecano, que sigue pareciéndome bueno a pesar del tiempo transcurrido. Fue el primero de muchos al correr de los años. Tenía el atractivo de lo selecto: esperar que saliera el disco ansiado, ir a comprarlo después de ahorrar y escucharlo hasta gastarlo. Para mi gran suerte, me gustaba cada vez más la música de los 60-70, así que empecé a descubrir la de joyas baratas que podían conseguirse en las gasolineras y en bares de pueblo, escondidas entre discos de Los Chichos y Valderrama.

Años después vinieron los CD's. La panacea melómana: no se rayaban y no tenían ruido de fondo. Para entonces ya disponía de más billetes en el bolsillo y las compras eran más regulares y más abundantes. Ibas a Sevilla Rock y volvías con dos o tres bolsas y una gran sonrisa. Sí, de vez en cuando te llevabas algún chasco y el CD de Ted Nugent que te habías comprado al bulto resultaba ser un asco. Pero era parte del juego.

Entonces irrumpió la informática y lo que parecía una mejora resultó a la larga no serlo. Primero estaba aquello de ripear tu música y tenerla en el ordenador. Mucho mejor que tener que ir a la estantería y escoger. Sin embargo, por alguna extraña razón, las bibliotecas en el ordenador funcionan de otra manera. La vista salta por encima de los títulos, tiendes a picotear de aquí y allá, no te paras a escuchar un disco concreto. Debe de tener alguna explicación psicológica.

Luego llegó internet. Y resultaba que se podía conseguir música sin pagar. Hum. Para entonces, ya tenía casi todos los discos de los grupos clásicos que me interesaban, pero encontré más. Y éste de la música en la red es un fenómeno en sí mismo. Empiezas a escuchar música con una cierta compulsión. Encuentras cosas nuevas, sí. No ya la que te ofrece la radio o la que conoces tú o tus colegas, sino la que cita cualquier noticia en un periódico, o recomienda alguien en un blog o en un foro. Unas cosas llevan a otras. Algunas las bajas y las borras. Otras te gustan y las conservas, aunque llegas a olvidar que las tienes. Si encima resulta que tienes una mentalidad informática como la mía (o bibliotecaria), te encuentras que cada disco que te compras o te descargas implica una larga serie de decisiones: conservarlo o no en el ordenador, y en caso afirmativo, ripearlo (si procede), normalizar el volumen, etiquetarlo, meterlo en un directorio e importarlo en los programas reproductores que utilices. Por supuesto, si tienes iPOD o similar, también hay que sincronizarlo. Al final, cada vez más burocracia y cada vez menos escucha relajada.

Para terminar, aparece en mi vida recientemente Spotify. Para poder escucharlo en mi móvil me suscribo a la versión Premium. Y claro, deja de tener sentido clasificar, tengo a mi disposición la discoteca universal. Esa parte es la buena. Sin embargo, dado que la música la tienes en internet, cada vez que quieres escuchar algo tienes que buscarlo. Sí, puedes hacerte tus listas, pero ¡oh, sorpresa!, o las mantienes limitadas y acabas escuchando lo mismo una y otra vez o las dejas que aumenten, y te encuentras otra vez con el problema de la biblioteca picoteada. Por el contrario, si te abandonas a la búsqueda sin más, te ves pensando qué quieres escuchar cada vez que enciendes el chisme. Saltas de un artista a otro. Rara vez escuchas los discos completos porque quieres probar otros. Y el ciclo se realimenta.

En resumidas cuentas: el efecto de tanta tecnología, paradójicamente, es pernicioso. Al menos, en mi caso. Lo llamaría el síndrome del niño con muchos juguetes o el del que come todos los días en restaurantes caros con cartas larguísimas y echa de menos el cocido de su madre. Es cierto que parte del problema es que los oídos ya no son vírgenes, ya nunca más podrás escuchar "Made in Japan" o la novena de Beethoven como la primera vez. Pero lo cierto es que no he encontrado nada que sustituya la sensación de sacar un disco de vinilo de su funda y ponerlo en el equipo del salón. Aunque tenga polvo (el disco).

Después de todo, menos era más. O me estoy haciendo viejo.

viernes, octubre 01, 2010

Crónica musical del concierto de U2 en Sevilla

¿Se puede hablar de un gran concierto cuando no se ha escuchado bien? Interesante pregunta que dependerá de lo que busca uno cuando va a un evento de este tipo. Yo, por estar chapado a la antigua y por cierta deformación profesional, valoro antes que cualquier otra cosa lo que entra por mis orejas y me es bastante indiferente -cuando no molesto - el ambiente, la espectacularidad del escenario o si el cantante me hace dar palmas o imita a Chiquito de la Calzada. Para mí un concierto, para que me compense el dineral que cuestan estos megagrupos, tiene que ser tan bueno como el disco y algo más.

Ayer U2 dio un soberano concierto. Tocaron bien - porque no saben tocar de otra forma - y cantaron mejor. Bono, particularmente, está espectacular de voz. Lo vi en San Sebastián en la gira 2005, donde estuvo muy bien, pero ahora está aún mejor. La voz limpia, agudos perfectos y una sensación absoluta de ir sobrado. Gran noticia para la parte que habitualmente sufre más el paso de los años en cualquier banda.

El repertorio, por otra parte, combinó bastante acertadamente éxitos pasados, recientes y presentes. Contrariamente a los culturetas habituales que escriben en prensa nacional, yo no considero que U2 sea una especie de vieja gloria vendida a la comercialidad que vive de los discos que hizo en los 80. Pienso que ha sabido evolucionar, renovarse y seguir escribiendo canciones que se han hecho clásicas, cosa que no pueden decir otros artistas del mismo pedigrí. Ayer hubo una buena muestra de ello: "Vertigo", "Miss Sarajevo", "One", "The city of blinding lights", "With or without you", "Elevation", etc. También algunos temas aún inéditos que me agradaron pero que lamento no poder citar. Eché a faltar, eso sí, "Pride (in the name of love)" y "Bad", pero contrariamente a otros conciertos de U2 no me quedé con la sensación de que el motivo de su omisión era que resultaban demasiado exigentes para la voz de Bono hoy día. Creo que podría haberlos cantado perfectamente, de hecho me consta que al menos la primera está en el set de la gira actual.

Hasta aquí la parte buena. La mala es una acústica criminal y una mezcla manifiestamente mejorable. Sí, estoy seguro que mucha gente que estuvo allí dirá que lo oyeron muy bien porque escuchaban a Bono y se conocían las canciones, pero fuera de eso tenemos: un bajo comido por completo por la pegada del bombo, una guitarra perdida y al mismo tiempo demasiado estridente (extraña combinación) y una batería descompensada en relación al bombo. Ocurrió algo básico para este tipo de música: la tonalidad de la canción y la sucesión de acordes/riffs eran difíciles de identificar. Claro que eso no importa tanto cuando tienes a Bono en primer plano y un set de canciones rompedor y conocido, pero lo que es, es.

Respecto a la acústica del recinto, puedo afirmar después de ver dos conciertos en el Estadio Olímpico de Sevilla que salvo que resuciten los Beatles o Robert Plant recupere la voz de 1970, haré todo lo posible por no repetir. El Olímpico es básicamente una gigantesca caja de reverberación, catedralicio, inmisericorde, que ensucia todo el sonido, realza los graves y se come los medios. Ni siquiera la absorción acústica que suponen 80.000 cuerpos humanos fue suficiente. Probablemente en el campo se escuchara algo mejor, pero en la grada no.

Dicho todo esto, estoy seguro de que un porcentaje elevado de asistentes no lo percibió, y si lo percibió no le importó. Yo es que tengo en mucha estima mis orejas, mi edad ya provecta y los 100 lirus que me costó.

De la salida del estadio prefiero no hablar: vallas, obras, tapones, cuellos de botella y la sensación de que si llega a producirse algún tipo de accidente, lo de la "Love Parade" se hubiera quedado en nada. Y mira que el sitio es espacioso.

Eso es todos, amigos. Mis felicitaciones a U2, mi reprimenda al técnico de sonido y mi petición de que no se hagan más conciertos en el Estadio Olímpico, aunque por otra parte a base de eventos deportivos es imposible mantenerlo.

sábado, septiembre 25, 2010

Consejos para mí mismo con veinte años menos

Con motivo de mi cuarenta cumpleaños, y con todo cariño para el que fuiste, que era yo.

- La parte de la inteligencia que realmente importa es que la que te ayuda a ser feliz.
- Lo profundo suele manifestarse con suavidad y lo efímero con intensidad.
- La única forma realista de mejorar el mundo es perfeccionarse uno mismo.
- A veces, los amigos se marchan.
- Mantén una saludable distancia con tus ideas y tus creencias, con los años tendrás otras.
- La sinceridad a la larga siempre es rentable.
- El verdadero espejo del alma son los ojos.
- La amistad no cumple la propiedad asociativa.
- No dramatices ni te tomes demasiado en serio.
- La gente cambia y tú también. A veces, a peor.
- Por desgracia, la experiencia es una virtud que sólo se valora a medida que se tiene.
- Finalmente: evita dar consejos.

domingo, agosto 01, 2010

Toros y ecología

Aunque ya di mi opinión al respecto de la "Fiesta Nacional" aquí, la reciente decisión del parlamento catalán de prohibir las corridas de toros en su territorio creo que merece una revisión.

Como las cosas rara vez son blancas o negras, empezaré diciendo que lo ocurrido en Cataluña me parece democráticamente saludable: ha partido de una propuesta ciudadana, se ha debatido en el parlamento autonómico invitando a taurinos y detractores y en general se ha dado libertad de voto a los diputados. La crítica de que ante todo se trata de una decisión antiespañola la encuentro, cuando menos, discutible. Es cierto que siento bastante grimita cuando veo a los de las banderitas estrelladas gritar contra las corridas de toros, pero también hay mucha gente antitaurina fuera de Cataluña. Supongo que se han juntado el hambre de diferenciación nacionalista con las ganas de comer del ecologismo. Más grave me parece el hecho de que los partidos atiendan iniciativas populares y den libertad de voto para decidir sobre las corridas de toros y no cuando se trata del aborto, por poner un ejemplo. Pero este es otro tema que daría para mucho más que unas pinceladas.

Dicho esto, creo que el principal argumento a favor de las corridas de toros es precisamente la ecología. La fiesta de los toros, impacto económico aparte, mantiene un ecosistema único como es la dehesa y a la propia raza del toro bravo. Yo me pregunto si todos estos que vociferan y se mesan los cabellos porque un toro muera en la plaza han visitado una ganadería o han visto un documental.

Para empezar, en la lista de sufrimiento animal me parece que tendríamos que anteponer al ganado estabulado o a las gallinas que ponen huevos clase 2 o 3. El toro vive más y mejor que todos ellos, aunque tenga una muerte algo más larga (también sugiero una visita a un matadero). Como ya dije en mi anterior artículo, el único antitaurino consecuente es el vegetariano.

Last but not least, me gustaría saber qué proponen nuestros esforzados animalistas para el futuro del toro de lidia cuando todos seamos tan progresistas como ellos y se prohíban las corridas de toros en toda España. ¿Zoológico, Serengeti, extinción, subvención, taxidermia? ¿Prefieren al toro bravo extinto que toreado? Admito sugerencias.

En fin, el argumento de fondo es bastante similar al que puede darse en favor de la caza reglada. ¿Odia el cazador a su presa? Todo lo contrario. Ayuda a mantener su habitat y el propio equilibrio ecológico de las especies, alterado por el ser humano, antitaurinos incluidos. Sugiero la lectura de Miguel Delibes, pongo por caso. Los que creen que los taurinos no aman a los toros no han entendido nada. Y lo dice uno que no lo es.

P.D: las corridas de toros no están prohibidas en Canarias, aunque no las haya. Una mentirijilla muy extendida.

domingo, julio 25, 2010

Los "haters"

Hay una frase de Chesterton que me encanta y dice más o menos lo siguiente: "La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta". Sentadas las bases, podemos decir que un "hater" ("odiador") básicamente es un mediocre que ha optado por atacar con los medios a su alcance la grandeza que es incapaz de reconocer. Supongo que detrás de todo odiador hay algún tipo de patología, una proyección de la propia frustración o, dicho de otra manera, un odiador es un envidioso vocacional que necesita minusvalorar la excelencia ajena probablemente porque la ve inalcanzable en sí mismo. Si todo es una mierda, la propia no destaca y uno se siente integrado.

Las nuevas tecnologías, que permiten con total inmediatez que cualquier analfabeto con internet pueda vomitar sus opiniones en una multiplicidad de foros, han facilitado al extremo esta patología. Invito a cualquiera con curiosidad que en cualquier noticia de un periódico digital se tomen la molestia de leer los comentarios de los lectores. Encontrarán "haters" a punta pala. Sostengo además que el "hater" es, llamémosle así, multidisciplinar, y lo mismo le da un roto que un descosido con tal de llevar la contraria.

Existen "haters" para todos los ámbitos de la vida. Hay "haters" de los Beatles, de Nadal, de Vicente Del Bosque, de Contador, de Apple, de Microsoft, de Google, de la Familia Real española, de la Transición, de Steven Spielberg, de la Iglesia, del solomillo de ternera y de todo lo que se le venga a la cabeza. Como toda postura irracionalmente destructiva, la excusa es lo de menos. Ante una noticia, del tipo que sea, relacionada con el objeto de sus desvelos el odiador entrará a saco a escupir y pontificará desde la desinformación y el atrevimiento que da la ignorancia. El sueño del odiador es que le responda el mayor número posible de internautas, porque en el fondo lo que busca es recibir atención. Es como el niño malcriado con pataleta, con la diferencia de que en internet no puedes coger al interfecto, darle dos sopapos y sentarlo en la silla de pensar.

Contrariamente a lo que pueda parecer, no es sencillo lidiar con los "haters". Para empezar, su actividad se basa en el hecho inconscientemente aceptado de que aquél que pone pegas a lo que la mayoría aprecia tiende a percibirse como más inteligente que los demás, dado que es capaz de ver los defectos que a la masa se le escapan. El "hater" trufa sus intervenciones con futuribles que no se cumplen o supuestos que ya no pueden comprobarse, verdades incontrovertibles que sólo el conoce y, en general, habla desde una peana en la que se ha subido él solito. El problema es que no hay nada más difícil de defender que aquello que es evidente. A un tío que entra en un foro de música a decir que los Beatles eran unos mediocres no se le puede argumentar nada. Ojo, un tío que no entra a decir que le disgustan los Beatles, postura perfectamente aceptable, sino que son malísimos.

Confieso que yo a los "haters" los llevo muy mal. Fatal. Probablemente porque yo tengo mi propia patología, que es esforzarme en demostrar que llevo razón cuando creo que la llevo, que es casi siempre (paréntesis para una sonrisa irónica del lector), simplemente porque no opino de aquello que no entiendo, una postura saludable que recomiendo. El informarse, digo, no el alterarse con la estupidez ajena.

domingo, julio 11, 2010

¿Justifica esto que un millón de catalanes salgan a la calle?

Versión zip:

http://www.elpais.com/articulo/espana/recortes/calentaron/protesta/elpepuesp/20100711elpepinac_7/Tes

Resumiendo, esto es lo que ha dicho el Constitucional:

1) Que el término nación del preámbulo no tiene eficacia jurídica. Que es exactamente lo que dijeron los defensores del Estatut cuando se hizo hincapié en que el preámbulo no era constitucional. O sea, que en la Constitución sólo cabe una nación como tal.

2) La bilateralidad no es un asunto entre iguales, sino que el Gobierno central goza de una posición de superioridad. Nos ha jodío mayo, porque de no ser así estaríamos en un estado confederal.

3) No al Consejo de Justicia de Cataluña como órgano de gobierno del poder judicial. Esto es, que no se puede sustituir por la cara al Consejo Superior del Poder Judicial.

4) Ambas lenguas cooficiales deben estar igualmente reconocidas como vehiculares. O sea, lo que es de sentido común: que cualquiera pueda elegir libremente la lengua en que quiere que sus hijos se eduquen, independientemente de que se estudien ambas.

Si esto es para salir a la calle a pedir la independencia, yo soy Rita la cantaora. Lo que verdaderamente me maravilla es que las cortes españolas aprobaran semejante dislate. Esto nos da idea de la elevada talla intelectual y el sentido del estado de nuestros padres de la patria. Ahora a ver quién es el guapo que desface el entuerto.

sábado, julio 10, 2010

Y lo del Estatut acabó como era de prever

Que el Estatut no era constitucional lo sabía hasta el más tonto en el Parlamento catalán cuando se votó. Para los nacionalistas, aprobarlo tenía una lógica aplastante: "si cuela, bien, y si no cuela, mejor, porque tendremos otra excusa para seguir insistiendo en lo nuestro", que es caminar hacia la independencia echando la culpa a los demás. La postura del PSC, entendido como PSOE catalán, se comprende menos, pero se interpreta bastante mejor si tenemos en cuenta que el PSC, a todos los efectos, es un partido aparte del PSOE (que es federal, no lo olvidemos), y es sobre todo C y no tanto PS.

Lo que no debería entenderse en absoluto es que ese Estatut se aprobara en las cortes españolas, si no fuera porque el lumbreras que tenemos por presidente se había comprometido de partida a convalidar lo que saliera de Cataluña y necesitaba los votos de los nacionalistas para gobernar (incluyendo los del propio PSC en este grupo). Para rematar la jugada, tenemos la aprobación en referendum de los ciudadanos catalanes con una altísima participación inferior al 50% del censo.

Que el Tribunal Constitucional haya tardado tanto tiempo en pronunciarse no ha hecho más que empeorar el esperpento y permitir que se cuestione aún más su autoridad. Porque todos estos que se rasgan las vestiduras ahora saben que igual que un estatuto debe aprobarse en el parlamento autonómico, en el Congreso y en referendum, el Tribunal es el garante de que se ajuste a la Constitución, independientemente de todo lo demás. De la misma forma que yo no puedo estar casado con cuatro mujeres aunque consintamos los cinco.

En estos momentos, decenas o centenares de miles de catalanes se manifiestan por Barcelona gritando "Independencia" y pidiendo el ingreso en la CE. Al frente, sus políticos y algún tonto útil como Llamazares, que están dando un mensaje muy interesante al resto de los españoles: nos limpiamos el culo con la Constitución y con las instituciones encargadas de velar por ella. El que no está, y debería ser el primero detrás de la pancarta porque es el verdadero culpable del embrollo, es Jose Luis Rodríguez Zapatero.

No me cabe duda que muchos miles de catalanes han salido hoy a la calle porque honestamente sienten que de alguna forma se les están vulnerando sus derechos. También sé que éste es un problema viciado por la historia, la mala política (periférica y mesetaria) y los medios de comunicación. Pero el quid de la cuestión es que la democracia consiste en tener unas reglas y aplicarlas, gusten o no. Por eso la gente paga impuestos, no porque quiera hacerlo. En el caso de la Constitución, también hay unas normas que aplicar si se quieren cambiar esas reglas. A los que salen a la calle envueltos en banderas les recomiendo que hagan uso de las mismas.

Demasiados irresponsables se han encargado de repetir hasta la saciedad que cuestionar los graves errores del Estatut era un acto de catalanofobia. Pues bien, la manifestación de hoy es una clara demostración de que una mentira repetida se acaba convirtiendo en una verdad. Las pancartas, las banderas "esteladas" y los manifiestos piden la independencia directamente. Y que Montilla tuviera que salir por piernas tampoco es una buena noticia.

Gracias, señor Rodríguez Zapatero. Usted es la clara demostración de que los elefantes no deben entrar en las cacharrerías. Ahora coge usted los vasos rotos y a ver cómo los pega, a ser posible pensando en el conjunto de su país discutido y discutible y no en sus conveniencias parlamentarias.

P.D: ¿Qué hacemos ahora con todos los estatutos que se aprobaron deprisa y corriendo detrás del catalán a imitación del mismo? ¿Los va a recurrir el PP después de haber colaborado a redactarlos?

domingo, mayo 23, 2010

Por fin alguien usa el sentido común

Cuando la propia inspiración no anda muy allá, hay que encontrarla en los demás. Creo que es el primer artículo que leo que por fin da un vaticinio coherente de hacia dónde camina la industria musical. Y lo hace sin caer en lugares comunes ni nombrar a la SGAE ni cogérsela con papel de fumar sobre lo que es delito o deja de serlo, principalmente porque viene a dejar muy claro que no se pueden aislar industria y artistas tan fácilmente.

Ahí lo llevan ustedes:

http://jose.gs/el-futuro-de-la-industria-musical-toda-la-musica-gratis-y-contratos-de-360-grados-para-los-artistas/

domingo, abril 25, 2010

"El artista consentido", Antonio Muñoz Molina

(El Pais, 17-04-2004)

El intelectual, el artista, es el hijo mimado de la sociedad democrática, el niño bonito del Estado de bienestar de modelo europeo. Disfruta soberanamente de la libertad de expresión, y hasta se gana la vida con ella, a diferencia de la mayor parte de los ciudadanos, que no suelen ejercer ese derecho de todos, y que en cualquier caso no extraen de él beneficios de orden práctico. Sus opiniones gozan de una amplia resonancia pública, y los frutos de su trabajo, con un poco de suerte, le deparan un cierto grado de reconocimiento, o al menos la oportunidad de adquirir una situación profesional de cierto privilegio, sobre todo en comparación con la mayor parte de los asalariados.

A cambio de estas ventajas, al intelectual o artista no se le pide gran cosa en las sociedades europeas. Puede opinar sobre los aspectos más diversos de la vida pública o sobre los comportamientos privados y rara vez se le exigirá que justifique sus afirmaciones. Puede sostener las más extremadas posiciones políticas, o llevar un estilo de vida tan llamativo como le parezca, y nadie le pedirá cuentas por las
primeras ni le censurará por el segundo. Es más: cuanto más radical se manifieste en sus declaraciones, y más alejado de la norma común en su comportamiento, mayores posibilidades tiene el artista de favorecer el prestigio romántico de su figura, y hasta en ocasiones la rentabilidad comercial y la fortuna crítica de sus obras.

Me refiero, desde luego, al intelectual o artista de modelo europeo continental, o más exactamente francés, que es el vigente en España, y que es una mezcla, o el punto intermedio, entre dos modelos del todo ajenos entre sí: el del sistema soviético y el del mercado libre. En el sistema soviético, el intelectual gozaba de una protección perfecta por parte del Estado, a condición, como se sabe, de una servidumbre absoluta a la ortodoxia ideológica oficial, y de una activa vocación delatora.

Escribo en pasado, pero ese modelo soviético permanece vigente en Cuba, y por lo que cabe suponer, en Corea del Norte. Al escritor, las editoriales del Estado le publicarán sus libros; al pintor, las instituciones culturales pertinentes le organizarán exposiciones de sus cuadros; el músico verá estrenadas sus obras, y todos
disfrutarán de una vida ajena a los sobresaltos del mercado y a la posible indiferencia del público: cómodos puestos administrativos, sin mucha esperanza de prosperar, pero sin el miedo a la incertidumbre laboral o económica; vivienda barata o gratuita, vacaciones, incluso viajes controlados al extranjero.

El modelo soviético ofrecía protección sin libertad, acompañada de una cierta aura sacerdotal: el norteamericano, libertad sin protección, y sin aura. Salvo casos muy excepcionales, -y muy poco representativos -Noam Chomsky, Susan Sontag-, el intelectual a la manera europea no existe en Estados Unidos. Un escritor escribe libros, un pintor pinta cuadros, un cineasta hace películas, un actor interpreta personajes en el cine o en el teatro, pero a ninguno de ellos se le atribuyen especiales cualidades ajenas al campo de su especialidad profesional. Woody Allen lo ha dicho muchas veces, para desconcierto de sus admiradores europeos: "Yo hago películas, no soy un intelectual". El artista de escuela norteamericana raramente se
manifiesta en público, y si lo hace no es en virtud de las cualidades o las prerrogativas especiales que le concedería su oficio, sino de su condición de ciudadano. Los escritores no suelen publicar artículos de opinión en los periódicos, ni firman columnas regulares, ni manifiestos políticos. El mercado determina una separación casi absoluta entre el reconocimiento artístico y la difusión comercial:
muy pocas veces un libro puramente literario aparece o llega a consolidarse en la lista de los más vendidos de The New York Times.

El artista trabaja en una incertidumbre con muy pocos asideros, porque las ayudas oficiales a la creación son escasas o nulas, y el mecenazgo privado suele volcarse sobre valores seguros. El refugio más común, sobre todo para el literato, son las universidades, en las que, con mucha constancia y grandes dosis de conformidad a las ortodoxias o a las modas ideológicas del momento, se puede conseguir algo rarísimo
en el duro mercado laboral norteamericano, el valioso tenure, la plaza en propiedad, el trabajo seguro para toda la vida: las ventajas de la protección y las de la libertad, al precio de la irrelevancia pública -no hay conexión de ningún tipo entre los departamentos universitarios de humanidades y el mundo real- y del acomodamiento al que aludí antes, que no es con los valores dominantes de la sociedad en general, sino de esa otra sociedad rara y circunscrita que sólo existe en las universidades, y que se rige por los principios más estrictos de corrección política, no sin grave perjuicio para la libertad de pensamiento y de expresión.

Asombrosamente, el intelectual europeo reúne todos los privilegios del sistema de protección y, a la vez, todos los del liberal, la seguridad soviética sin censura y la libertad norteamericana sin irrelevancia civil y sin la cruda angustia del mercado. A casi nadie le regalan nada, desde luego, y más difícil todavía que publicar, dirigir una película, estrenar una obra de teatro o una partitura o exponer en una galería de arte, es ganarse dignamente la vida con cualquiera de esos oficios, o encontrar un público considerable, entendido y atento, sobre todo en un país como España, donde la penuria del sistema educativo debilita todavía más el escaso arraigo
y solidez de las instituciones culturales. Y, sin embargo, hay lectores para muchos libros y espectadores de cine y de teatro, y público para los conciertos más diversos, y con mucha frecuencia la escasez o la falta de público viene compensada por las ayudas oficiales, que complementan o incluso suplen por completo las imitaciones de la iniciativa comercial.

En España, y en mayor medida en casi toda la Europa del bienestar, las instituciones públicas apoyan, subvencionan o financian por completo innumerables productos culturales, desde ciclos carísimos de ópera a películas, compañías teatrales, orquestas sinfónicas, hasta modestas colecciones de la literatura más minoritaria, otorgan ayudas para creadores jóvenes, sostienen las experimentaciones artísticas
más radicales, y con mucha frecuencia se convierten en exclusivos compradores de sus resultados.

En Europa, a diferencia de en Estados Unidos, hay un consenso según el cual la cultura es un bien público del mismo rango que la educación o la sanidad, y no puede abandonarse a las leyes estrictas del mercado. Cajas de ahorros, ayuntamientos, gobiernos autonómicos, compiten entre sí para volcar dinero en proyectos culturales, se convierten en editores, en promotores de espectáculos, en organizadores de ciclos de conferencias, en mecenas de las artes plásticas, en productores de cine y de televisión, en empresarios periodísticos. En muchos casos, la protección alienta el clientelismo político, pero, como el poder que la ofrece no es un bloque, a la manera soviética, sino un entramado plural, se pueden escamotear unas lealtades a cambio de
otras, o incluso disfrutar simultáneamente del mercado cautivo de la Administración y del éxito comercial, del oficialismo y de la rebeldía.

Esto último es muy importante para el intelectual o el artista a la europea, a la española. Al fin y al cabo, su figura tiene un origen glorioso, que viene del Romanticismo -Byron, el poeta que lucha por la libertad de los griegos; Baudelaire y Rimbaud, enemigos a muerte del convencionalismo de la burguesía- y alcanza su primera plenitud en la valiente disidencia contra lo establecido de Émile Zola.

El intelectual europeo disfruta de libertades que nadie pone en duda y de privilegios que no están al alcance de la mayoría de sus conciudadanos, pero al mismo tiempo aspira a conservar el aura del rebelde o el profeta y la dignidad del perseguido. A Baudelaire y a Flaubert sus obras les costaron procesos por escándalo, Picasso pasaba
hambre y frío en su estudio del Bateau Lavoir, a Stravinsky quisieron lincharlo en el estreno de La consagración de la primavera, Ossip Mandelstam perdió la vida por escribir un poema contra Stalin, Ionesco y Beckett estrenaron sus primeras obras en sótanos insalubres de París: el artista europeo vindica para sí el heroísmo de todos estos ejemplos, y aunque no padezca ninguna de las incomodidades que otros
sufrieron por hacer lo que querían, tampoco considera que deba agradecer las ventajas que disfruta, ni que deba renunciar a ninguna para celebrarse a sí mismo como un disidente, incluso para denunciar una opresión imaginaria que le es imprescindible para alimentar su confortable narcisismo, y que además, precisamente por ser imaginaria, no le causará ningún quebranto.

Al poeta Raúl Rivero o al periodista marroquí Alí Lmrabet, por ejemplo, reclamar la libertad para sus países les ha costado ir a la cárcel: en España, mientras tanto, es posible usar cómodamente la libertad para asegurar que no existe, o que está en peligro, y esa declaración le valdrá a quien la hace una satisfacción personal
inmediata y hasta un aura de prestigio, sin que eso le impida ejercer su trabajo y hasta recibir la subvención para su obra del Estado contra el que se declara en rebeldía.

Éste es un rasgo paradójico del intelectual europeo, que se repite con frecuencia en el profesor universitario norteamericano: su trabajo, su vida misma, se sostienen gracias a un sistema de libertades, de garantías jurídicas y derechos que son exclusivos de la democracia avanzada, y que no existen ni han existido en ningún otro sistema político o social; y sin embargo, con abrumadora frecuencia, el
intelectual se declara adversario o enemigo de ese mismo sistema, y no
sólo critica sus errores, sus debilidades o sus corrupciones, reales o
ficticios, con un ahínco extremado, sino que
celebra como modelos alternativos y más justos regímenes políticos,
culturales y económicos en los cuales la inmensa mayoría de la
población sobrevive en condiciones lamentables, y en los que él mismo
sufriría una amenaza continua de precariedad o persecución.

Con parecida inconsecuencia, el intelectual se beneficia en grado extremo del progreso tecnológico, pero suele declararse partidario y nostálgico de un estado roussoniano de naturaleza que él viste distraídamente de ecologismo, o de amor por culturas primitivas; y aunque no suele estar dotado para la fuerza física, y vive de cosas tan inocuas como las palabras o las imágenes, se deja fácilmente seducir por la violencia política.

Es cierto que la democracia siempre es imperfecta, que la injusticia social y la corrupción convierten muchas veces en entelequias los derechos civiles y la igualdad jurídica de los ciudadanos; también es cierto que el poderoso tiende a buscar la perpetuación de su dominio, y a utilizar la posición que ha obtenido en virtud del voto popular para beneficiarse a sí mismo o manejar influencias.

El gran hallazgo de las socialdemocracias europeas y de quienes pusieron en marcha el New Deal en Estados Unidos fue la búsqueda de un equilibrio entre el respeto a la vitalidad económica delmercado y de la libre iniciativa, y los controles sociales y políticos necesarios para evitar desastres como los que trajo consigo la crisis de 1929. La democracia es un proceso terrenal y azaroso, y no promete paraísos como los de las religiones y los de las ideologías totalitarias, que tantas veces acaban en la esclerosis burocrática, en las hogueras y en los campos de concentración.

La ciudadanía estuvo restringida al principio a los varones propietarios y blancos, y poco a poco, revuelta tras revuelta, desde la revolución de 1848 hasta las luchas por los derechos civiles en los años sesenta del siglo pasado, se fue extendiendo hasta culminar en la magnífica sublevación a favor de la igualdad de las mujeres y los
homosexuales. Quedan muchas zonas de discriminación todavía, y ninguna libertad conquistada lo es incondicionalmente y para siempre. Pero la realidad es, si se mira con los ojos abiertos, que no hay sociedades más abiertas, más igualitarias y más tolerantes que las occidentales.

Y sin embargo, ¿cuántos intelectuales, cuántos artistas occidentales del siglo XX y de lo que va del XXI han afirmado en voz clara y alta algún tipo de lealtad hacia la democracia? ¿Cuántos de los que justamente deploran las crueldades del capitalismo o denuncian los abusos de la autoridad en los Estados democráticos han alzado su
protesta contra las tiranías del antiguo bloque comunista, o contra la brutalidad y la corrupción de muchos regímenes africanos o asiáticos a los que se concedió desde los años sesenta la gloria incondicional del anticolonialismo, y que tienen una responsabilidad tan grave en la ruina de sus propios países?

La democracia política y el Estado de bienestar se basan en cautelas y garantías legales, en el recelo hacia las posiciones absolutas, en la limitación y el equilibrio de poderes, en la exclusión de la fuerza: pero los intelectuales, históricamente, han celebrado con mucha frecuencia regímenes dictatoriales y a héroes sanguinarios, han rendido homenaje a tiranos que les parecían exóticos al mismo tiempo que denostaban o ridiculizaban a los dirigentes democráticos de sus
propios países, incluso han mostrado una perfecta indiferencia y una falta de solidaridad asombrosa ante los sufrimientos de colegas suyos perseguidos en esos países a los que ellos mismos viajaban -algunos viajan todavía- como invitados de honor. A Néstor Almendros, cuando se exilió de Cuba en los años sesenta, perseguido por su disidencia política y estética y su condición homosexual, muchos de sus amigos
antifranquistas y homosexuales de Barcelona le retiraron el saludo, llamándolo gusano. Lo cuenta Terenci Moix en un capítulo de sus memorias admirables.

Y no me olvido de la rechifla general con que recibimos las personas progresistas en los años setenta la visita a España de Alexandr Solzenitsyn, que ya mostraba síntomas de delirio religioso o místico, pero que había levantado a solas, durante muchos años, uno de los mayores y más rigurosos testimonios contra los crímenes del
totalitarismo. Lo que en toda Europa estaba siendo el comienzo de un debate imprescindible sobre la responsabilidad política del intelectual, aquí se resolvió con unos cuantos chistes, con las habituales excomuniones o muecas de desdén. Hasta alguien tan lúcido como Juan Benet no se resistió a hacer la broma de que el peor delito del régimen soviético era haber dejado en libertad a Solzenitsyn. Así nos va.

Da la impresión de que casi no tenemos ideas, sólo desgastadas consignas, para hacer frente a estos tiempos sombríos en los que el orden internacional está siendo mangoneado por una superpotencia arrogante, belicista e inepta, mientras Europa no parece dispuesta a ponerse a la altura de sus responsabilidades globales, y en los que un terrorismo de una escala y una crueldad que no habían existido nunca
se ha convertido en la vanguardia sanguinaria de los más feroces fanatismos ideológicos, alzados en pie de guerra no contra la injusticia del mundo, sino contra las libertades y las normas en las que se basa la vida diaria de cada uno de nosotros, contra todo lo que se ha ido conquistando en estos últimos dos siglos en espacios no muy amplios de Europa, de Asia y de América: la igualdad entre hombres y
mujeres, el derecho a decidir la propia vida sin mediaciones religiosas, a elegir las propias costumbres, a disfrutar las garantías de la ley. Todas las cosas que tanto benefician al intelectual del modelo europeo, y que él tan pocas veces se ha comprometido en defender, gustándole tanto la palabra compromiso.


Nota del Protestón: hay que esforzarse en recuperar a los clásicos, y este artículo sin duda lo es.

viernes, marzo 26, 2010

"Anatomía de un instante" de Javier Cercas

¿Estamos ante la obra definitiva sobre el 23-F? No lo sé. Sí sé que al menos a mí es el que más me ha gustado. Un ensayo que engancha como una novela o una novela tan bien documentada como un ensayo. Lo mismo da.

A todos los que tienen en un mínimo de estima el conocimiento de nuestra historia reciente, conceptos todos ellos un tanto devaluados en los tiempos que corren, les recomiendo encarecidamente que se hagan con este libro. No les defraudará.

No me resisto a poner un enlace al penúltimo capítulo del libro que me he tomado la libertad de escanear, no sé si incurriendo en algún tipo de delito o falta. Para que no queden dudas, son las páginas 423-425 de la edición para el Círculo de Lectores de "Anatomía de un instante" (ISBN 978-84-672-3644-6), y me parece el análisis más lúcido del actual revisionismo sobre la transición que he leído nunca. No se lo pierdan, háganme el favor.

jueves, marzo 11, 2010

www.estolojodemosentretodos.es

La gran y casi única virtud práctica de http://estosololoarreglamosentretodos.org/ es ponernos una vez más delante de lo que somos los españoles de hoy día. Lo que sabemos de esta campaña es la cantidad de gente que está en contra, por motivos diversos: porque hay empresas importantes que la patrocinan (como si el patrocinio fuera un crimen o una novedad), porque le echa un cable al ZP o porque sí. Dicho de otra manera: el problema de esta campaña es que no existe ese sujeto colectivo "todos". Y lo mismo le hubiera ocurrido a cualquier otra, la patrocinara la Iglesia, las ONG's, el Gobierno o la asociación de Coros y Danzas de Socuéllamos.

A los españoles sólo hay una cosa que de verdad nos une: la certeza de que la culpa de lo que nos ocurre es de otro. Por eso, ante un problema, una crisis o una desgracia, la primera y última pregunta que nos planteamos, si puede ser con cámaras de televisión delante, es ¿esto quién me lo arregla? ¿Quién me paga, quién me indemniza, quién me subvenciona? ¿Qué entidad pública o privada se hace responsable? Porque, oiga usted, yo lo único que pido es un trabajo digno, y una casa digna, y un internet digno. Que yo sólo quiero una buena cobertura de móvil pero sin antenas, que dan dolor de cabeza y dice mi alcalde que son mu malas, y que no se me corte la luz en las nevadas pero eso sí, generada con energía limpia o comprada en Francia, que estoy en contra de las centrales nucleares. Que yo sólo quiero agua pero la que me sobra no se la den al de al lado. Que yo sólo quiero tener acceso a la cultura, pero sin pagar.

Sí, estamos muy unidos en las desgracias, sean atentados masivos o crisis galopantes. Porque todos tenemos muy claro contra quién estamos y por qué nos pasan estas cosas. Por culpa de la derecha, de los bancos, de los curas, de Aznar, de Bush, de los neocom, de la SGAE, del conflicto palestino-israelí, de la COPE, de los pijos, de los capillitas, de los miles de fascistas que entre nosotros anidan y conspiran. O por culpa de los sindicatos, de los progres, de los separatistas, de Gabilondo, de los funcionarios, de los artistas de la ceja, de la quinta columna del PSOE infiltrada en los Cuerpos de Seguridad del Estado, de la cadena de Milikito. O de la monarquía. O de la Segunda República. O de Franco. O de la Transición. O de los nacionalistas españoles que nos oprimen, de la Constitución, de los que no nos dejan ejercer nuestro derecho a decidir.

Y así nos va de bien. Salvo en el deporte, que es un misterio que agradezco que alguien me explique.

Sí, lo que digo no es nuevo ni original. Somos lo que somos y parece que, parafraseando a Reverte, hace mucho que dejamos de ser lo que fuimos. Pero no nos acordamos.

miércoles, febrero 24, 2010

O mentiroso o inepto

Mientras el PSOE se empeña día a día en perder las elecciones, el PP se empeña con igual ahínco en no ganarlas. Poco después de la decisión de Rajoy de confirmar como candidato para las elecciones valencianas a Camps, a pesar de que está más quemado que la pipa un indio con el caso Gürtel (con toda la presunción de inocencia que se quiera, pero quemado), me despacho ayer con esta noticia:

"AGENCIAS | MADRID / VALENCIA El presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, asegura en su declaración de actividades y bienes patrimoniales, que el Boletín Oficial de las Corts Valencianas (BOCV) publicó ayer, que tiene una cuenta corriente con un saldo de 905 euros, además de otra compartida con un saldo total de 2.770 euros, de la que le pertenecen 1.389. A Camps le pertenece también el 50% de una vivienda valorada en 110.339 euros. El presidente valenciano además dispone de un vehículo Saab del año 1995 por valor aproximado de 1.500 euros y un plan de pensiones solidario a través de Aseval-Bancaja por importe de 8.309 euros. "


Si un señor que gana 80000 euros anuales y que no empezó a trabajar hace un año precisamente sólo atesora este patrimonio, pueden darse cuatro opciones:

a) Miente como un bellaco.
b) Es un inepto que no sabe gestionar su propio dinero, cuánto más el de los demás.
c) No tiene casi nada a su nombre, lo cual equivale a no declarar el patrimonio.
d) Está siendo extorsionado por una banda mafiosa o por algún pariente gorrón, en cuyo caso debería haberlo puesto en conocimiento de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado.

Ninguna de las opciones suenan nada bien. Dado que a Cospedal le parece que el patrimonio declarado es cierto, debo deducir que para el PP la respuesta correcta es la b o la d. Que no sé yo qué es peor.

Si al final lo de los trajes va a ser que el pobre hombre no tiene ni para un chandal ...

lunes, febrero 08, 2010

Juan Carlos Toribio

Me pide un primo motero que me haga eco de lo siguiente y como me parece de justicia, ahí lo llevan ustedes:

Grupo de Apoyo a Juan Carlos Toribio, guardia civil perseguido por sus superiores.

Juan Carlos Toribio es voluntario adscrito a diversas organizaciones como Cruz Roja, Sabina Blanca o la Asociación Mutua Motera, organizaciones todas ellas de tipo no gubernamental y con objetivos sociales no lucrativos.
Desde hace algunos años viene denunciando todas aquellas infraestructuras viarias que incumplen la normativa y que ponen en peligro la seguridad vial de los ciudadanos, así como en el ámbito de la educación y la formación tanto en colegios como a conductores, con el fin de mejorar tanto la actitud, como la aptitud, de los usuarios de las carreteras.

Sin embargo, a pesar de la importante contribución que esta labor supone para la mejora de la seguridad vial de nuestro país, y de que la colaboración que aporta Juan Carlos Toribio la realiza como voluntario, sin ánimo de lucro y en su tiempo libre, la Dirección General de la Guardia Civil le ha abierto varios expedientes disciplinarios por la actividad que desarrolla en beneficio de todos los ciudadanos.


Para más información, pueden ustedes darse una vuelta por Facebook o por los miles de enlaces que se encuentran buscando en Google.

sábado, enero 30, 2010

Nadal como paradigma

Si algo caracteriza a buena parte de la sociedad española actual es el atrevimiento de la ignorancia y la incapacidad para reconocer la excelencia ajena, especialmente si de españoles se trata. Dicho de otra manera, nos refocilamos más en el fracaso que en los éxitos (suponiendo que éstos hayamos llegado a admitirlos alguna vez), y lo hacemos desde la desinformación, los lugares comunes y una íntima satisfacción de que criticar lo propio es una forma de parecer inteligente. Creer que todo el mundo es igual de mediocre que uno mismo es la forma más sencilla de autoafirmación.

Sirva esta introducción para hablar del presunto declinar de nuestro mejor deportista hasta hace unos meses, Rafael Nadal. Si uno lee los comentarios que dejan los lectores en la prensa digital, por ejemplo a raíz del Open de Australia, puede llegar a las siguientes conclusiones (lo lamentable es que muchos parecen alegrarse de pensarlo):

1) Nadal se dopaba y, como han endurecido los controles, ha bajado en su juego.
2) Nadal sólo es un pasabolas y ahora paga la factura.
3) La culpa la tiene su tío.
4) Nadal no tiene técnica, todos son mejores que él.
5) Nadal tiene que cambiar su forma de juego.
6) Nadal tendría que buscarse alguien que le enseñe a servir.
7) Nadal simula sus lesiones cuando va perdiendo.
8) Federer es mucho mejor.
9) A Nadal le falta humildad.
10) Nadal nunca volverá a ganar torneos.

Las conclusiones reales son otras: la gente no entiende un carajo de tenis y tiene mala leche para repartir, y sobre todo, no hay que leer los comentarios de las noticias. Lo que a uno le apetecería es coger a cualquiera de esos comentaristas deportivos diletantes, agarrarlo por las solapas y decirle:

1) ¿Cómo sabes tú que Nadal se dopaba? ¿Y nadie lo había detectado en los cinco años que lleva ganando torneos, sólo tú, o docto iluminado por la ciencia infusa?
2) Claro, es un pasabolas, los demás se dejan perder. Por eso ha ganado 36 torneos con 23 años que tiene.
3) Nadal es tonto, el pobre, y como no entiende de tenis pues no sabe a qué otro entrenador escoger. Y además, le ha ido siempre tan mal con el que tiene ...
4) Nadal, salvo el servicio, tiene todos los golpes del mundo. Especialmente el drive. Lo único es que a diferencia de otros top 10 tiende a jugar liftado antes que plano, lo cual le favorece en tierra y le perjudica en pista cubierta. Y aún así, ha acabado ganando torneos en pista cubierta con regularidad.
5) Estando bien físicamente y con confianza, el que manda es él en la pista. De hecho, cualquiera que haya visto los torneos de Doha, Dubai y Australia este año habrá comprobado que está mucho más agresivo que en la segunda mitad de 2009 y que hace correr al contrario más que él. La evolución de Nadal a lo largo de los años ha sido desde el juego defensivo y de contraataque al ofensivo, precisamente para proteger su físico.
6) Nadal es un diestro al que le han enseñado a jugar con la izquierda, lo cual le favorece en general pero le perjudica con el servicio, que es el golpe que más depende de la aceleración de la muñeca y no utiliza su mano natural. No es una cuestión tanto técnica como física. Aún así, este año está sirviendo regularmente entre 190-200, lo cual son 20 km. más que cuando empezó
7) Y yo me cago en tu padre.
8) Federer probablemente es el mejor tenista de todos los tiempos. Lo cual le da aún más mérito a las victorias de Nadal sobre él.
9) Sí, lo que más caracteriza a Nadal precisamente es su falta de humildad. Es más o menos el mismo carácter que Mohamed Ali en sus buenos tiempos.
10) Eso ya se verá. Desde luego, no es lo que opinan ni los demás jugadores ni sus entrenadores.

Nadal había empezado el año más que bien, ganando Dubai (exhibición), finalista en Doha (con dos puntos de partido ante Davydenko y un primer set primoroso donde lo dejó 6-0) y bastante fino en Australia, donde se lesionó en el segundo set ante el finalista Murray (por ahora, puede ganarle a Federer mañana y no sería de extrañar).

Lo que Nadal necesita es que le respeten un poco más las lesiones. Cuando tenga continuidad, la confianza volverá, y con ella los torneos. Tanto si eso ocurre como si no, lo mínimo es tener algo de respeto y agradecer las muchas satisfacciones que nos ha dado a los aficionados al tenis. Pero sólo es de biennacidos el ser agradecidos.