miércoles, abril 01, 2009

De linces y obispos

La Iglesia necesita un gabinete de prensa o un asesor de imagen si quiere evangelizar, con todas sus letras. La sutileza nunca ha sido uno de sus fuertes y, para bien o para mal, en estos tiempos que corren hay que saber vender el producto. Salvo que uno sólo quiera limitarse a convencer a los convencidos.

Aunque soy católico, me cuesta reconocerme en lo pedestre de muchos mensajes que la Iglesia española trata de hacer calar en la sociedad. Y no se trata tanto de una cuestión de fondo, sino de formas. Si no se hace una cierta pedagogía, se corre el riesgo de que aquello que se pretende comunicar sea fácil y rápidamente desactivado con el simple argumento que se resume en un "bah, la Iglesia". Hacer comparaciones entre no-natos y linces es el modo más sencillo para que los abortistas cojan el rábano por las hojas y tiren de ecologismo de garrafón.

He dado mi opinión en extenso sobre el aborto en este mismo blog. Por tanto, trataré de no caer en excesivas redundancias. EL fundamento ético de los que estamos en contra del aborto es de una simpleza absoluta: consideramos que hay vida humana desde el momento de la concepción. El argumento de que hasta las veinticuatro semanas el feto no es viable fuera del útero y que esa sea la frontera entre lo que es un ser humano y un simple cacho de carne, me parece tan evidentemente discutible y falaz que lo que me sorprende es que sea tan fácilmente aceptado. Haciendo una analogía, un enfermo conectado a un respirador o a una máquina de diálisis también sería "menos humano" que una persona sana. Es abyecto.

Lo paradójico del caso, es que por lo visto es mucho más abyecto que en un colegio concertado se proyecte un documental donde se ve la realidad de lo que le ocurre a un feto cuando se practica un aborto. Aclararé para que no quepan dudas que lo que sí me parece por completo desacertado es mezclar la información con el sectarismo político, ya que el documental de marras se prodiga en críticas directas al gobierno y al PSOE, y eso no sólo es inadecuado en un contexto educativo sino que además, como el lince, tira piedras contra el propio tejado. Lo que me hace gracia son las quejas sobre la crudeza de las imágenes y los posibles efectos en las mentes púberes. ¿Resulta gore el aborto, señora mía? Es que es gore. Por otra parte, también llama la atención que a un niño se le den clases específicas desde los doce años sobre cómo debe ponerse un condón pero no deba enterarse, por si se traumatiza, de lo sangriento y lo trágico de un aborto. Pues, en mi opinión, va todo en el lote.

Dicho todo lo cual, tiraré de pragmatismo y diré que prefiero una ley de plazos lo más restringida posible que el aborto libre que tenemos de facto. Obviaré la soberana soplapollez de que una chica de dieciséis año pueda abortar sin conocimiento ni permiso paterno. Y para que lo dicho no parezca contradictorio, diré que mi único interés es la compasión por el feto. Ya que me parece imposible que el aborto se prohíba, al menos que se dé sólo en los estadios iniciales de desarrollo del futuro bebé, cuando ni sus miembros ni su sistema nervioso se encuentran maduros y sufra lo menos posible. A lo sumo, ocho o diez semanas como máximo, salvo peligro físico para la madre (físico he dicho).

Por último, me permito preguntarles a nuestras autoridades por qué el aumento exponencial del número de abortos si presuntamente ahora se da tanta educación sexual. A lo mejor resulta que lo que se ha conseguido es banalizar tanto el acto sexual como sus consecuencias indeseadas. Piensen un poco en ello, tertulianos del pesebre y políticos en general.