jueves, septiembre 20, 2012

La veu tremolosa y trista d'un campanar

(Dedicado a Sergio G.)

Este verano, en plenas olimpiadas, tuve una interesante discusión con un tal Pep. El hombre se quejaba de que en una noticia en El País online sobre nuestra primera medalla en natación sincronizada no se hacía mención expresa de que las nadadoras eran catalanas. Le contesté con toda la afabilidad de que fui capaz, haciéndole notar que acababan de publicarla y que no veía que hubiera mala intención en ello, aparte de que lo que le interesaba al público en general era saber que teníamos una medalla y no de qué región concreta procedían las nadadoras. Me ahorro los detalles y me voy al final: a pesar de mis intentos conciliadores, terminó diciendo que era un falso moderado y un nacionalista español agresivo, un opresor más que demostraba la imperiosa necesidad de Cataluña de apartarse de gente como nosotros. También me insultó un poquito en catalán. Así que le dije que se fuera por la sombrita y ahí quedó la cosa. El señor Mas lo habría calificado de "hartazgo mutuo", aunque mi diagnóstico es que cuando alguien está dispuesto a darse por ofendido, hagas lo que hagas al final se ofenderá. O dicho en palabras de Julián Marías, "es un error tratar de contentar a quien no se quiere contentar".

Me he acordado de esto pensando en el monumental follón en el que estamos tras la manifestación independentista de la última "Diada" (podríamos hablar de la "Diada" en sí y su origen, pero entonces me va a salir un artículo larguísimo) y me pregunto cómo hemos llegado aquí. Un amigo catalán opina que esto no es más que una estrategia para conseguir el famoso pacto fiscal, pero yo no lo tengo tan claro. Si este era el plan desde el principio, me parece que se han pasado de frenada y ahora tenemos dos problemas.

El nacionalismo catalán, históricamente, tiene cierta querencia a tirarse al monte. Por no irnos muy lejos en el tiempo: durante la Segunda República, uno de los retos que se pretendió resolver definitivamente fue el encaje del País Vasco y Cataluña. Ortega y Azaña tuvieron interesantísimos debates en sede parlamentaria; el primero, más pesimista, pronunció su famosa frase "el problema catalán no se puede resolver, tan sólo conllevar"; Azaña, por el contrario, pensaba que el estatuto de autonomía lo arreglaría. El tiempo le dio la razón al pesimista: las autoridades de la Generalitat de Companys proclamaron el estado catalán en octubre de 1934 (aunque duró bien poco), de la misma manera que Maciá lo había hecho en 1931. La causa coyuntural en 1934 fue la victoria de la derecha en las elecciones (¿les suena de algo?). El mismo Azaña, su principal valedor, acabó hasta el moño de Companys y del gobierno catalán, como explica en sus memorias. Nótese que el hecho de tener sólo dos regiones con estatutos de autonomía no sirvió de gran cosa. Esto es algo que conviene recordar a los que dicen que el problema actual es el "café para todos" de la España autonómica. El caso es que la historia reciente nos demuestra que la descentralización no tienen una correlación en la rebaja de la tensión soberanista. Antes bien, da la impresión de enconarla en el largo plazo. Es cierto que la Segunda República sólo duró cinco años y no sabremos cómo habría evolucionado con el tiempo ¿pero cómo se explica que después de treinta años de transferencias en el actual régimen estemos peor que al principio?

Por clarificar mi postura: es evidente que Cataluña tiene un hecho diferencial, y una parte no pequeña del mismo es ser conscientes de tener un hecho diferencial (es una definición recursiva, lo sé). En mi opinión, un catalán no es "más diferente" de un castellano que un andaluz de un gallego o un valenciano de un extremeño, pero muchos catalanes se sienten "más diferentes". Tampoco es la única región con lengua propia. Ahora bien, es obvio que existe un sentimiento de comunidad histórica, política y cultural mucho más fuerte que en otras regiones, y ese hecho no puede ignorarse ni minimizarse. Es respetable y, aunque no lo fuera, lo mismo da: es así y es lo que hay.

Me centraré en un ejemplo de lo que podríamos denominar "mutua incomprensión", como es el tema de la lengua. Sobre esta cuestión el debate ha sido continuamente falseado, comparando las peras de la normalidad bilingüe del día a día con  las manzanas del uso legislado por la Generalitat. La respuesta desde las autoridades catalanas a las sucesivas sentencias sobre la inmersión linguística es siempre la misma: "en la calle se habla tanto el castellano como el catalán con normalidad,  y por tanto no procede rectificar un ápice nuestra política ni vamos a permitir injerencias externas". Pero es que ese no es el asunto: lo que está en cuestión es el derecho de las familias (las oriundas y las que viven en Cataluña por motivos de trabajo) a que sus hijos sean educados en cualquiera de ambas lenguas cooficiales reconocidas por la ley. No se trata de si el alumno catalán medio acaba dominando el castellano o no, se trata de que el sujeto del derecho es el individuo y no la administración ni la comunidad ni el idioma. Sin embargo, hay que reconocer que los sucesivos gobiernos catalanes han conseguido vender bien la idea de que oponerse a la inmersión es perseguir el catalán, aunque los tribunales se pronuncien una y otra vez en la línea contraria. El que incumple la ley es el que ha ganado en este caso la partida mediática.

Mi experiencia personal con catalanoparlantes es que la mayoría de la gente tira de educación y de sentido común, aunque pueda haber contadas excepciones. También hay "españoles" que no ven con normalidad que en una reunión los catalanes hablen entre sí en su lengua materna y suele deberse a que se les atribuye equivocadamente una intención sospechosa cuando no es más que un hecho natural, la gente tiende a hablar entre sí en el idioma común que usan en el día a día. Pero, como digo, lo que ocurre en "la calle" nunca ha sido el problema; el problema es lo que ocurre en los parlamentos, en los boletines oficiales o en TV3. La política de inmersión no tiene un objetivo linguístico, sino político, cuyos réditos para el nacionalismo se ven ahora con más claridad.Y por eso los políticos catalanes siempre se han mostrado absolutamente inflexibles en esta cuestión. Lo importante no es la voluntad del ciudadano individual - aunque la Constitución lo ampare - sino lo que sirve para "fer país".

Dicho lo cual, ¿a qué se debe el auge independentista de los últimos tiempos? Coyunturalmente, al Estatut y la crisis económica. En mi opinión, ni lo uno ni lo otro lo justifica, y ahora explicaré por qué.

El Estatut, básicamente, es un ejemplo de libro de cómo la política puede crear problemas de la nada. El primer culpable fue ZP ("aceptaré el estatuto que salga de Cataluña") y el segundo el PSC, que se lanzó a la aventura cuando no resultaba ni una necesidad ni una preocupación de la mayoría de los catalanes. De esto ya escribí aquí en extenso. Hablemos claro: el Estatut que salió del parlamento catalán era un truño que convertía de hecho España en un país confederal y que no había por dónde encajarlo. Obviamente, el Tribunal Constitucional hizo lo único que podía hacer (recortarlo), hecho que el nacionalismo interpretó oportunamente como el enésimo ataque a Cataluña, para variar. Lo que debemos preguntarnos es cómo pudo aprobarse con la mayoría del PSC, ya que la apuesta nacionalista era ganadora en todos los casos ( "si lo dejan como está, eso que nos encontramos, y si nos lo recortan, demostraremos a los catalanes que no se nos respeta") y la del PSC/PSOE, no (si hablamos del PP, ésta era perdedora en todos los casos, tanto si se oponía como si lo apoyaba). El mensaje ha calado, de forma que aunque a muchos catalanes el tema del nuevo estatuto se la traía al pairo inicialmente, que se lo recortaran "desde Madrid", no. Así de simple.

Y dejo lo más importante para el final, el presunto expolio al que el resto de España estamos sometiendo a Cataluña. Pues empecemos por negar la mayor: el problema de base es que se hacen trampas con las cuentas. De entrada, es por completo absurdo convertir a las regiones en "donantes" o "receptoras" y, para no molestar a nadie, pongo el ejemplo de la "donante" por antonomasia: Madrid. Lo que una comunidad autónoma aporta a la caja común básicamente depende de las empresas que tengan su sede en ella y del IRPF de sus contribuyentes. Evidentemente, la inmensa mayoría de las empresas del IBEX tienen su sede social en Madrid y cotizan allí; lo mismo puede decirse de los sueldos de sus altos directivos, que suelen vivir donde trabajan. Sin embargo, el negocio de todas esas grandes empresas se distribuye por toda España, luego hay un flujo de capitales desde toda la geografía nacional que a efectos de impuestos computa como aportación madrileña. Esto, como se dice ahora, es "hacerse trampas al solitario". De la misma manera, cuanto más alto es el nivel de vida y el sueldo medio en una región más IRPF recoge ("aporta"). En el caso catalán, cuando usted compra un coche Seat o Volkswagen, cuando se da de alta con Gas Natural o Endesa, cuando se come un yogur Danone o pone su nómina en La Caixa, está haciendo que la "aportación" catalana a las cuentas del Estado aumente.

Las cuentas de la vieja que se hacen los partidarios de la independencia es suponer que ese flujo de dinero se va a mantener tras una hipotética secesión, lo cual no sólo es mentira sino que es imposible. Todas las empresas citadas, y muchas otras, tendrían que tener dos filiales, una catalana y otra española. Eso, en el mejor de los casos. Los ingresos de la filial española cotizarían en España y no íntegramente en Cataluña, como hasta ahora. Y si hablamos ya de empresas estrictamente catalanas - qué se yo, desde Casa Tarradellas a Codorniu - que de media tienen el 60% de su negocio en España, tendrán que asumir muy probablemente una bajada notable en sus ventas porque más de uno y más de dos, durante un tiempo considerable, optaría por no consumir productos catalanes. Esto último es una hipótesis razonable, el resto es un hecho.

A eso habría que sumarle otros dos "pequeños" inconvenientes: Cataluña tendría que hacerse cargo de su parte proporcional de la deuda externa española y, por supuesto, asumir los gastos que conllevaría salirse del euro. Todo ello sin una entidad superior que avale tu deuda (que ya es bono basura, por cierto). Puede que en cinco, diez o veinte años volviera a ser miembro de la UE, pero en el corto y medio plazo los problemas actuales iban a ser una risa comparados con los que se le vendrían encima. Desde el punto de vista estrictamente económico, el negocio es malo de cojones. No obstante, estoy seguro, a diferencia de lo que piensa más de un mesetario corto de miras, de que Cataluña a la larga saldría adelante. Pero que no le vendan la burra a los catalanes de que eso sería pronto y a coste cero, porque no es verdad.

Y termino. Estamos en un hermoso callejón sin salida. La independencia, pensada en frío y no con el bajo vientre, es algo que no beneficia ni a Cataluña ni a España, pero el pacto fiscal que se reclama tampoco se lo puede permitir la segunda. Ya hemos salido colectivamente perjudicados con los conciertos vasco y navarro, cuyo peso en la economía nacional es mucho menor, como para dejar que la autonomía responsable del 20% del PIB español siga el mismo camino, especialmente en las circunstancias actuales. La cosa no tiene fácil arreglo. Y digo yo que los sucesivos gobiernos catalanes también tendrán alguna responsabilidad en el déficit que acumulan. Lo mismo que el resto de comunidades que están pidiendo el rescate, pero al menos han tenido la delicadeza de no empeorar el problema. En justicia, también es razonable que el gobierno central repase detenidamente qué gasto público per cápita están recibiendo los catalanes y tratar de ver si realmente hay un agravio comparativo. Pero con sosiego y sin una espada de Damocles en el cogote. Item más: ¿sería el pacto fiscal el final el camino o sólo la siguiente parada hacia el objetivo final? Me huelo, visto lo visto, que más de lo segundo que de lo primero. En cualquier caso, con la Educación transferida el independentismo no hará más que aumentar, y a las pruebas me remito, así que me temo que esto sólo es cuestión de tiempo. Nos hemos marcado un gol en propia puerta pensando que todo el equipo jugaba el mismo partido y no tenemos entrenador. Ahora puede que la cosa ya no tenga remedio.

Xavi, Casillas: haced algo, leñe.

"Mentre jo canto, de matinada, la vila és adormida encara ..."