viernes, octubre 13, 2017

La canción del zelote


"Keep them yelling their devotion,
But add a touch of hate at Rome!
And you will rise to a greater power!
We will win ourselves our home!"


Te han engañado. Quizás no te des cuenta hoy, ni mañana, ni dentro de un año, pero te han tomado el pelo. No, no me refiero a que tus líderes hayan declarado una independencia con freno y marcha atrás cuando tú esperabas algo más contundente. Es más, no descarto que al final lo hagan. De momento, puedo entender tu cierta frustración. También te diré que no me das pena ninguna. A ver cómo te lo explico. Esto viene de lejos, ¿sabes? Podríamos remontarnos a algo más de un siglo pero, la verdad, me da una pereza terrible y yo tengo cosas que hacer en un día. Así que iré al grano: eres la víctima de un complot. En tu descargo, te concedo que ha sido un complot inteligente y, sobre todo, pacientemente ejecutado durante décadas y displicentemente consentido por quienes deberían haberlo abortado. A cada cual, lo suyo.
Podríamos empezar por lo simbólico y preguntarnos por qué tu "día nacional" conmemora una Guerra de Sucesión española entre un candidato austracista y otro borbónico hace trescientos años. Lo encuentro sorprendentemente monárquico y de discutible actualidad. Pero bueno, allá vosotros. Lo de ir a llevarle flores a un señor - Rafael Casanovas -  que murió tranquilamente en su cama muchos años más tarde, ejerciendo la abogacía sin que Felipe V lo molestara mayormente, queda muy colorido pero como apología del martirio es mejorable. Podría continuar dudando de si elegir como himno "nacional" una canción decimonónica que habla de cortar cabezas castellanas con buenos golpes de hoz - en memoria de la revuelta catalana de 1640 - deberíamos considerarlo los demás españoles como un gesto amistoso y una mirada sonriente hacia el futuro. Verás, es que ya está todo inventado, y lo de volver la vista atrás selectivamente da un poco de miedito y no suele salir bien. "Els segadors" da miedito. Pero oye, que igual es problema mío.
Con esos mimbres era fácil que la cesta saliera contrahecha. Me voy a saltar por no aburrirte treinta años de historia democrática, que podríamos resumir así: el Estado central se va despojando de competencias y se las va cediendo a las autonomías. Entre ellas, una clave: la educación. Y de entre todas las comunidades autónomas, Cataluña a la cabeza. La España del 78, como estado centralista, deja bastante que desear, supongo que porque bienintencionadamente asumió que engordar el autogobierno tendría como contrapartida un engorde equivalente de la lealtad. En su empeño por no caer en los errores de los años treinta se olvidó de que la historia tiende a repetirse.
Llegamos así al nuevo Estatut - algo que ni siquiera los nacionalistas catalanes reclamaban -, a su desastrosa tramitación, el recurso del PP y el veredicto del Tribunal Constitucional de 2010. Recordar que ERC votó en contra en el Congreso de los Diputados o que fue refrendado por menos de la mitad del censo catalán no es irrelevante, pero produce cierta melancolía. Es más, me atrevería a afirmar que si te preguntara qué artículos concretos fueron modificados o suspendidos por el TC no sabrías responderme. Si te sirve de ayuda, puedes consultar esto. Nada del otro jueves. En teoría.
Pero ¡ay, dolor! llegó la crisis económica y lo que debería haberse resuelto en algún rifirrafe parlamentario se convirtió en crimen de lesa humanidad. En términos historiográficos es lo que se denomina una "ventana de oportunidad". La misma que a nivel nacional aprovechó Podemos para sus cosas la utilizaron los políticos nacionalistas, ANC y Omnium Cultural, tanto monta monta tanto, para abrir el frente que llevaban preparando año tras año: "adeu, Espanya". Porque estaba todo clarinete: España nos roba, España no nos quiere, España escupe en nuestro estatuto de autonomía, España se niega a darnos un pacto fiscal, España no nos entiende. Cuando España, básicamente, estaba luchando como podía para no ser rescatada.
Porque - y esto igual te sorprende - las preocupaciones prioritarias del españolito medio, aparte de oprimir a los catalanes, es llegar a fin de mes, tomarse una cerveza con los amigos y criar a sus hijos. Nuestro nacionalismo español no va mucho más allá de animar a la selección y considerar que España es un país homologable a los de nuestro entorno. Cosas de andar por casa. 
Pero bueno, que me disgrego. El caso es que ya son unos cuantos años de matraca, de filitas sonrientes al norcoreano modo, de pitidos al Rey y al himno (que nunca fueron un ejercicio de libertad de expresión sino parte de la performance),  de diadas históricas, declaraciones rimbombantes, jugadas de mus llenas de astucia y, last but not least, el apoyo incondicional de los medios de comunicación públicos de Cataluña y el más sibilino pero no menos rotundo de algunos medios privados españoles, aprovechando que el Pisuerga, Rajoy y el PP pasaban por Valladolid. Lo que viene a ser calentar la olla de garbanzos, sin prisa y sin pausa, a ver hasta dónde llegamos.
Te dije al principio que te habían engañado. No sólo porque hayas comprado algunas de las mentiras que ya he descrito, sino porque aún no te he dicho las dos más graves: la primera, que democracia no es (sólo) votar; la segunda, que el nacionalismo sólo sonríe como el Joker de Batman. Hay un truco sencillo: cuando veas a alguien hablar en nombre del pueblo, huye como alma que lleva el diablo.
Si la democracia consistiera simplemente en votar, Franco, Hitler, Maduro o Castro serían demócratas. No: democracia es, ante todo, respeto a las leyes, entre ellas las que te dicen cómo, cuándo y qué se puede votar y con qué garantías (y muchas más cosas). Leyes que se pueden cambiar por el simple método de elegir a otros políticos regularmente y que básicamente son las reglas para que no nos hagamos daño los unos a los otros. Por eso, vuestro "referendum" del día 1 tiene la misma validez que lo que yo acuerde en junta de vecinos respecto a la anexión de Polonia. Claro está que a los organizadores del 1-O el resultado les traía al pairo: se trataba de buscar una respuesta del Estado para venderla al exterior y hete aquí que el Estado os dio la foto que tanto anhelábais. Una vez más, por fiarse de quien no debía.
Os habéis autodenominado "la revolución de las sonrisas", la mayor mentira de todas. Os han sumergido en un tonel indecente de melaza y os han hecho creer que sois mejores personas que quienes se oponen a vosotros. Esto no se dice abiertamente pero se deduce en cuanto se rasca un poco y aparece el pelo de la dehesa. Las redes sociales son muy educativas en este aspecto. Tenéis siempre el "feixista" en la punta de la lengua, mantenéis a Franco vivo día tras día para arrojárnoslo a la cara, despreciáis a todos aquellos a los que creéis subvencionar y, en fin, os imagináis como seres de luz a los que montones de españolazos con boina a rosca chapa, malencarados y, por qué no decirlo, vagos de solemnidad os impiden marcharos para que le sigáis pagando la cuenta del bar. Pero eso sí, que no falten sonrisas, claveles y mosaicos. Lo que parece sobrar es la otra mitad larga de catalanes que se siente extranjera en su propio país.
Termino. Quizás dentro de unos años tú mismo te des cuenta del engaño, como otros muchos catalanes que le han visto las orejas al lobo con piel de cordero. Quizás acabéis siendo independientes o quizás no. Probablemente minusvaloréis el poder de un estado democrático moderno, hay muchos recursos entre la inacción y los tanques por la Diagonal. Sea como sea, espero que a la vuelta de los lustros no digas "yo no lo sabía, yo no tuve la culpa". Será mentira también.