Ayer por la noche. Vuelta de un concierto. Conduzco alegre y confiado en mi coche nuevo. De "repenete", un vehículo de la policía nacional enciende las luces detrás mío y me obliga a echarme a la derecha. Se baja un agente con cara de "ya me voy a la cama feliz hoy".
- ¿Qué, no ha visto el semáforo?
- ¿Cuál semáforo?
- El que se ha saltado.
Por mucha adrenalina que tuviese acumulada ante la gravedad de su misión, la cara de panoli que puse creo que debió convencerle - eso espero - de que no había visto semáforo ninguno. Acto seguido aparca otro coche de la Policía Municipal. El policía nacional les explica:
- Nada, uno que ha visto un semáforo verde oscuro.
Me despido de mi mujer y mis parientes más cercanos ante el horizonte carcelario que me aguarda, mientras busco una copia del Código Civil que siempre llevo encima. Viene el municipal.
- Los papeles del coche, la cartilla de racionamiento y el recibo de la luz.
Se lo doy todo mientras recito interiormente el acto de contrición y busco en mi agenda el teléfono de mi confesor. Vuelve el municipal.
- Ha sido usted denunciado por estos compañeros. ¿Quiere usted firmar la denuncia? No le perjudica.
- No sé si quiero.
- Bueno, pues ahí la lleva.
- Pero ¿cuándo podré volver a ver a mi familia? ¿Me ponen ya las esposas? ¿O es sólo una multa?
- Es una multa de 60 euros y si la paga en diez días, 20% de descuento.
- ¿Y para esto han formado todo el lío, que parece corrupción en Miami?
- Yo cumplo mi deber y los compañeros nos llamaron para denunciarle.
- Ya, pero es que no he visto un despliegue igual desde que cogieron al Vaquilla.
Me despido, subo la ventanilla y aspiro aliviado el aire de la libertad vigilada. Las calles son un poco mas seguras hoy. Hasta los niñatos que me adelantan sin casco en sus motillos me parecen hoy más amables, menos inhóspitos.
Durmamos tranquilos. El crimen ha perdido una batalla.
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