lunes, abril 29, 2013

La economía no se arregla con la ideología

El único punto positivo personal que puedo anotar en mi balance de estos años de crisis es que ahora sé algo más de economía que hace cuatro años. Los economistas son como los pediatras: unos abogan por el pecho a demanda y otros por las tomas en hora. A posteriori, cuando el niño se enferma, te dicen que ya te lo avisaron . Desde que empezó la crisis en España he ido observando con una mezcla de sorpresa e indignación cómo se ha jugado con la opinión pública manejando consignas que han tomado verosimilitud a base de machacarlas y amplificarlas por los medios afines y las redes sociales. Hemos mezclado los errores con las mentiras y las medias verdades, y ni la derecha, ni la izquierda tradicional, ni la alternativa han tratado a sus votantes y adeptos como personas inteligentes. Quizás porque somos colectivamente tontos.

Mintió (o se equivocó) el anterior gobierno al negar que hubiera crisis y no intentar desinflar la burbuja inmobiliaria cuando aún había algo de tiempo. Mintió (o se equivocó) el PP cuando estaba en la oposición culpando del desastre a los socialistas y prometiendo resolver el problema con "reformas estructurales" indeterminadas. Mienten (o se equivocan) los partidos y los medios de izquierda cuando califican los recortes de "brutales" y cuando asustan al ciudadano con un armagedón privatizador que presuntamente sólo va a permitir que los ricos tengan sanidad y educación (invito al que se haya quedado sin médico o sin colegio me lo indique en los comentarios). Mienten (o se equivocan) los medios de la derecha cuando afirman que el problema se resuelve con una reforma del Estado sin tomarse la molestia de cuantificar la medida, como si el tamaño de las administraciones públicas fuera la causa de nuestros desequilibrios económicos. Mienten (o se equivocan) los que afirman que en España hay 400.000 políticos. Mienten (o se equivocan) los nacionalistas catalanes cuando afirman que los problemas económicos de Cataluña están causados por su pertenencia a España, que es su principal mercado y quien le permite seguir financiándose. Mienten (o se equivocan) los que creen que hay desmontar todo el chiringuito cuando no existe un consenso ni remotamente parecido al que permitió levantarlo. Mienten (o se equivocan) las minorías que se atribuyen la representatividad colectiva en nombre de una "democracia real" inventada y se la niegan a los que se han presentado a unas elecciones, por muy zotes que nos parezcan. Mienten (o se equivocan), en fin, todos los que piensan que cuestiones complejas se arreglan con eslóganes simples.

El problema es relativamente fácil de analizar y muy complicado de resolver: tras el desplome del ladrillo, con la economía en recesión, los ingresos del Estado bajo mínimos y una tasa de paro bestial, se plantean dos posibles opciones contrapuestas. La primera, ajustar los gastos a los ingresos y tratar de cumplir con los objetivos del déficit impuestos por Europa, de quien en última instancia depende nuestra capacidad de financiación; la segunda, aumentar el gasto público con la esperanza de que esto reactivará la economía en el futuro. Lo primero es lo que defienden los neoliberales e implica adaptar los servicios del Estado al dinero disponible y lo segundo los keynesianos, que abogan por aumentar el endeudamiento (ya de por sí bastante descontrolado en los últimos años). Ni lo uno ni lo otro son axiomas. La política de austeridad no deja de ser básicamente reactiva pero arreglar, propiamente, no arregla nada. La política de aumentar el gasto sólo es creíble si se explica cómo se piensa financiar y en qué se va emplear concretamente. Hay además otra consideración adicional: si bajar los impuestos estimula la economía o simplemente compromete aún más el equilibrio presupuestario.

Los hechos son tozudos y la economía, la prima de riesgo y Bruselas son poco sensibles a lo que se habla en las barras de bar, en las tertulias radiofónicas y en los falsos debates televisivos con regidor. Porque, queridos lectores, ningún gobierno en el mundo querría una tasa de paro del 27% si fuera sencillo evitarlo. Y no lo es porque España tiene un problema estructural que va a llevar muchos años resolver. La economía española depende esencialmente de su consumo interno, que ha devenido en "low cost" y, por otra parte, lo que denominamos "economía productiva" se está moviendo sin prisa pero sin pausa en todo al mundo hacia los países emergentes y España no es una excepción. No hay nada realmente capaz de tirar del carro del que tiraba el ladrillo, aunque la devaluación interna que han supuesto estos años de recesión haya favorecido las exportaciones en cierta medida. Tenemos algunas buenas empresas, cierto, pero las perspectivas de crecimiento las tienen fuera, no aquí y, en cualquier caso, son insuficientes. Y que nadie se engañe con los presuntos sectores "de valor añadido" con los que deberemos competir en un mundo globalizado: no existe más "valor añadido" que el que puede repercutirse en una factura. Se lo dice alguien que trabaja en un presunto sector a la vanguardia tecnológica como son las telecomunicaciones. No importa la calidad de un ingeniero español, sino el precio de uno chino.

Alguien se preguntará que qué propongo yo. De momento, tentarme la ropa antes de hacer de altavoz de las filias y fobias ajenas. Al gobierno le recomendaría pedagogía (cosa imposible de hacer con ministros tan absolutamente negados para la comunicación como Montoro) y luchar contra el fraude con todos los medios que tenga a su alcance. A Rajoy, que deje de ser un holograma y dé la cara con más frecuencia. A PP/PSOE, voluntad para alcanzar ciertos consensos mínimos. A la prensa, que genere más información rigurosa y menos ruido. Y a los ciudadanos, paciencia y la misma ejemplaridad que exige a los políticos. Eso, para ir abriendo boca.

En definitiva, y por no alargarme más: queda crisis para rato, y realmente importa poco quien gobierne porque aparte de tratar de evitar que nos rescaten y que nos enteremos de verdad de lo que son "recortes brutales", el margen de maniobra es mínimo: ni tenemos más ingresos ni se nos permite endeudarnos a voluntad. Dudo mucho que volvamos a ver la tasa de paro del 2007. Muchos españoles tendrán que emigrar y muchos inmigrantes que vinieron con el boom de la construcción se acabarán marchando. Antes bajará el desempleo por esta causa que por crecimiento económico. Estudien inglés, y alemán, si pueden. Mejor consejo no se me ocurre.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Plas, plas, plas... solo un comentario, añade el chino a los idiomas.

Sergio dijo...

Y el ruso...

Anónimo dijo...

No puedo estar más de acuerdo, añadir que una reforma importante debe venir en el cambio de "mentalidad" de los españoles ante el trabajo y dejar de pensar que aquí el más listo es el que cobra más y trabaja menos