lunes, diciembre 17, 2007

"Y va Zapatero y cae en la trampa". Carlos Herrera

ABC, 14-12-07

DICE Rodríguez Zapatero que está muy de acuerdo con el pensamiento Imaz, ese que consiste en disimular el agudo nacionalismo que le adorna mediante las buenas maneras y el sosiego expresivo. O sea, las trampas semánticas del nacionalismo hacen caer en sus redes a todo un presidente de gobierno. Inverosímil pero cierto. Veamos.
Preguntaba el portavoz del PNV por la consideración que mostraba ZP hacia aquellas personas que lucían una identidad nacional distinta a la española, y el líder afable y condescendiente le respondía haciendo suya la reflexión básica que todo nacionalista que se precie lleva en la cartera para blandir a las primeras de cambio: las diferentes identidades pueden coexistir en una sociedad civilizada. Pensamiento Imaz, digo. Pensamiento al que le falta la segunda parte, que es la que nunca enseñan salvo que les convenga marcar territorios y predominios. Si existen identidades colectivas, existen derechos colectivos nacidos de ellas, y de éstos, a su vez, nacerán diferentes raseros de medir que serán aplicados en función de la conveniencia política y la capacidad de presión a exhibir en momentos concretos. Veamos, amigo presidente, repita conmigo: no existen los derechos colectivos, existen los individuales; los colectivos conforman la excusa más elemental que esgrimen quienes defienden privilegios injustos; los individuales son los que conforman las sociedades libres. Si un sujeto quiere considerarse más vasco que nadie y sólo vasco vasquísimo, allá él si eso le entretiene, pero que sepa que en virtud de ese purísimo sentimiento no obtendrá ninguna ventaja sobre el que se siente español españolísimo y vive en el portal de enfrente. Más trampas: se enfrenta la identidad vasca a la española, una parte contra un todo. No la enfrentan a la identidad andaluza porque creen que ésta no existe o, en el caso de existir, no merece la dimensión comparativa. No la enfrentan a la valenciana porque Valencia es un apéndice que le cuelga a Cataluña y de ser algo son catalanes de segunda. Aquí las naciones son las que son, y todo lo demás es una amalgama de gente hirsuta con escasa diferenciación entre ellos. Es decir, un cántabro de la linde con la CAV es común a un canario, por ejemplo, pero no a un vasco pata negra. Y en esa trampa va y cae nuestro líder y contesta apelando a Imaz, un nacionalista tan severo como los demás aunque con la característica de no ser un energúmeno al estilo del miserable Arzallus. Con Imaz, es cierto, da gusto sentarte a hablar, pero no se confunda nadie: sus plazos serán otros, pero sus objetivos son los mismos. No es poca diferencia, pero no la suficiente como para dejarse engañar.
Aun así, tenemos la suerte de haber adelantado algo. Hace no demasiado tiempo éramos españoles aquellos que no podíamos aspirar a mucho más. Jordi Pujol, el último apóstol sobrevenido de la independencia de Cataluña, afirmaba tajantemente que España no era una nación y con ello nos condenaba a los que no éramos catalanes, gallegos o vascos a la condición de apátridas. Semejante disparate tenía su cénit más absurdo en el hecho de que un extremeño -a no ser que considerara a Extremadura una nación, que me da que no- no disponía de nación que echarse a la boca en un calentón patriótico. España era eso, una mezcla de tribus raras alimentadas por la generosidad de los laboriosos ciudadanos septentrionales de la península. Afortunadamente esa infamia ha desaparecido de su ideario público -no sé si del privado- y ahora reconocen la identidad española como el reducto en el que han de caber aquellos que no mascullan más lengua que la castellana.
Rodríguez Zapatero no puede caer en el error megaprogre de contestar racionalmente a una añagaza como esa, y menos ahora que se está haciendo de centro para tapar la vía de agua que le ha salido por su derecha. Menos ahora que manda a Pepe Bono a contestar a los nacionalistas por las diferentes conferencias de Madrid, esas que das tú o te dan. Menos ahora que tiene a una buena parte de su electorado medio convencido de que el suyo es el «Gobierno de España». Si quiere ganar votos por donde se le están escapando tengo por cierto que Imaz no es el referente que más le conviene.

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