jueves, marzo 13, 2008

Animalitos de la selva

Hastiado y aburrido de la política, y en nombre de más altas empresas como la culturización de las masas anhelantes de sabiduría, hoy voy a hacer un artículo divulgativo que pruebe a las claras que algunos españoles vemos la 2. Vamos a hablar de las fierecillas de la sabana africana, sin tilde.

El primer bicho del que (y al que) me gustaría decir dos palabritas es el ñu. El ñu básicamente es el coño de la Bernarda de la selva, el Forrest Gump de la pradera, lo más parecido a un participante de Gran Hermano en el ecosistema que nos ocupa. El ñu es el equivalente al Burger King para los predadores varios: comida rápida . Si el léon tiene astenia primaveral, si la manada de las hienas está cortita de efectivos o de ganas de cazar, se comen un ñu. El ñu es tan tonto que se empeña en pasar por el mismo sitio donde decenas de sus compañeros han sido ya devorados por los cocodrilos y aún se extraña de que se lo coman a él también. O sea, que si no es tonto es amnésico. Además es feo y tiene unos cuernos mu chicos que no le sirven para nada. Aunque eso sí, el mérito colectivo de haber matado el Rey León le corresponde por derecho propio.

De los cocodrilos es bien sabido que a pesar de que pueden ser bastante grandecitos (más de ocho metros), son más rápidos de lo que parecen. Así que si a uno le persigue un cocodrilo - fuera del agua, se entiende, dentro no hay nada que hacer - hay sólo hay una opción: escapar corriendo en zig-zag (lo cual es rigurosamente cierto) el tiempo suficiente para encontrar un ñu que nos sustituya. El cocodrilo, que es listo a fuer de pasar hambre en la época de la sequía, se irá a por el más tonto de los dos. Esa técnica, claro está, es un arma de doble filo que puede favorecer al ñu.

Los leones machos son otros predadores repulsivos donde los haya. El león, por motivos que no acertamos a explicar, ha gozado siempre de una inmerecida reputación de fiero y noble cuando lo cierto es que no da ni golpe, vive de sus mujeres y se come a las crías de los otros. Bien es verdad que la vida de un león es como la de una gimnasta: media vida entrenando para tener harén, tres o cuatro añitos de gloria y después, una vez derrocado, a ser pasto de las hienas. Las leonas tiene la suerte o la desgracia de vivir siempre en familia, rodeadas de nietas, hermanas y primas. Es de agradecer que no hablen, ya que si lo hicieran no creo que a los leones machos les compensara ejercer de cabezas de familia, por muy regalada que su situación resulte desde el estricto punto de vista práctico.

Y ya que hemos citado a las hienas, debemos recordar al viajero desavisado que, a pesar de su aspecto desgarbado y a su risa histérica, este bicho engaña y tiene la fea costumbre de empezar a comerse a sus presas sin haberlas matado, como los cánidos en general. Vamos, que las descuartiza. A lo mejor por eso se ríen. Si a eso le sumamos su afición a la carroña, debe tener un aliento que pa qué las prisas. Esta evidente falta de modales en la mesa nos lleva a una ineludible consecuencia: si a usted le persigue un león y una manada de hienas, y no hay un ñu a la vista, intente hacerse amigo del león y, si no lo consigue, al menos que se lo coma él y no las otras.

En esta relación ascendente de asquerosidad animal, la palma sin duda se la lleva el bonobo. El bonobo es parecido al chimpancé pero tiene una peculiaridad: se tira todo lo que se mueva, sin distinción de sexo o parentesco. Un grupo de bonobos es la encarnación misma del producto cartesiano sexual: hermanas con hermanos, padres con hijas, hijos con madres, crías con adultos, primos con nueras, nueras con nueras, y así sucesivamente. Sodoma y Gomorra en medio de la floresta. Los naturalistas afirman que estos hábitos los convierten en seres afables y amistosos, ya que el sexo fácil es un vehículo natural para liberar las tensiones que entre otras especies se resuelven a mordiscos. Pero vamos, si un bonobo se muestra amable y amistoso con usted, yo me iría buscando un ñu a modo de contramedida, que fijo que se lo tiran también. Que le pregunten a los mandriles por qué tienen el trasero tan enrojecido y gastan tan mala leche.

Quizás para escapar del acoso de las tribus de bonobos en celo, el veloz guepardo es otro predador al que no sabemos muy bien si envidiar por su velocidad o compadecer por la mala vida que lleva. Una vez más, el caso de las hembras y los machos es muy diferente. El macho va a su bola, se busca la vida y cuando le llega la temporada, se apaña una gueparda y después si te he visto no me acuerdo hasta otro año. A la que le toca apechugar con las crías es a la hembra, que pasa unas fatiguitas de muerte. Por un lado, tiene que salir a cazar, porque es madre soltera, pero por otro tampoco puede irse de ídem porque los cachorros son un buen aperitivo para otros bichos igualmente hambrientos. Así que tiene que ir con un ojo en la gacela y dos en la retaguardia. Y encima la velocidad punta tiene sus desventajas, porque después de un par de carreras fallidas se queda ya hecha polvo para lo que queda de jornada laboral. Porque el ñu, huelga decirlo, le viene un poco grande.

Para terminar, no me gustaría dejarme en el tintero a los que podríamos calificar como cascarones de huevo en este juego un tanto salvaje que es el comer y ser comido: los rinocerontes, los hipopótamos y los elefantes. Como son gordos, grandes y brutos, no hay quien les tosa. Aunque ahí está el homo dicen que sapiens para corregir a la madre naturaleza: a los rinocerontes se les caza porque a su cuerno se le atribuyen propiedades interesantes desde el punto de vista del bonobo; a los elefantes, por el marfil; y a los hipopótamos no se les caza pero se les humilla con cada anuncio de Ausonia elásticos la-la muy absorbentes la-la-la. El ciclo de la vida no perdona.

Podríamos seguir indefinidamente, pero creo que a estas alturas debe quedar meridianamente claro que vivir en la sabana no es ningún chollo. Antes bien, es un estrés que deja en pañales el de cualquier ejecutivo agresivo de medio pelo. La pirámide trófica tiene estas servidumbres. Por tanto, agradezca a todos nuestros antepasados inteligentes y a la evolución el que en vez de tener que estar en estos momentos escapando en zig-zag de un cocodrilo o siendo acosado por un bonobo pueda estar leyendo esto en su ordenador, escapando en zig-zag de hacienda y siendo acosado por su jefe.

Proclamo.

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