jueves, marzo 13, 2008

Conduciendo por Sevilla

Preámbulo necesario

Entre los deportes de riesgo que podemos disfrutar los sevillanos sin pagar entrada hay dos al alcance de la gran mayoría de los ciudadanos: conducir o pasear por la muy mariana y muy leal ciudad de Sevilla. Ambos pueden disparar la adrenalina por igual, aunque hoy me dedicaré a analizar el primero de ellos.

Decía un filósofo griego que el hombre obra mal por ignorancia. Si el tráfico en Sevilla es un puro desastre y si como conductores podemos destrozarle los nervios al más templado, sin duda tenemos un problema educacional, atribuible a nuestras autoescuelas, a nuestro carácter o a la capa de ozono. Por tanto, y considerando la función de servicio público que estas páginas pretenden ofrecer, paso a enumerar una pequeña relación de sencillos consejos para que mis conciudadanos tomen buena nota y entre todos construyamos una ciudad más humana y habitable.

Nuestros amigos los carriles

Querido sevillano: a pesar de las creencias más extendidas, las rayitas discontinuas (o continuas) que se encuentran pintadas en el asfalto no son ningún motivo decorativo ni mensaje en Morse. Delimitan un espacio físico por donde es de suponer que usted debe discurrir mientras circula, a ser posible esforzándose en hacer coincidir el centro de su vehículo con el eje imaginario equidistante a las líneas de la derecha y la izquierda, o sea, para que usted lo entienda, por el medio del espacio de marras, que pasaremos a denominar carril. ¿Y cuál es el objeto de este sofisticado invento? Básicamente, que la vía permita circular a tantos vehículos como carriles haya en paralelo, sin estorbarse entre sí y, a ser posible, en velocidad creciente hacia la izquierda.

Ahora que ya lo sabe, comprenderá lo desagradable que es que usted conduzca haciendo caso omiso a lo que todos pagamos con nuestros impuestos, lo que el pintor ha pintado con amor a altas horas de la madrugada quitándose horas de sueño. Dígame pues: ¿por qué se empeña en conducir en zig zag?¿Qué placer encuentra en hacer pasar la línea entre las dos ruedas en vez de poner las ruedas entre las dos líneas? ¿Qué le he hace suponer que el resto del universo puede adivinar sus intenciones si no usa los intermitentes? ¿Por qué aparca en el carril de la derecha? ¿Por qué no pone los "warnings" cuando para a comprar el periódico? ¿Por qué escoge el carril de la izquierda para pasear y el de la derecha para adelantar? ¿Quién mató al Comendador?

Pues eso.

Esas luces de colores

Las farolas verdes de tres colores que hay en los cruces se llaman "semáforos". Tienen cinco posiciones que paso a explicar:

- Rojo: "no pasar. Quieto parao. "
- Verde: "adelante, pase usted. "
- Ámbar fijo: "cuidadín, me voy a poner en rojo. Si está lejos del cruce, vaya frenando."
- Ámbar intermitente: "estoy escacharrao o desconectado, o bien hay mal rollito en las proximidades. Precaución, amigo conductor."
- Apagado: "se ha ido la luz, no me hago responsable de lo que pase".

Desmontemos uno de los grandes mitos: no es preciso esperar diez segundos para arrancar después de que el semáforo cambie a verde. Palabrita del Niño Jesús. Entre otras cosas, porque los últimos de la fila se estresan y pasan el semáforo diez segundos después de que se haya puesto rojo, y así sucesivamente hasta el caos más absoluto. Es el efecto mariposa en escala local.

Tampoco es recomendable ir reduciendo la velocidad paulatinamente mientras se acerca al semáforo, salvo que sea un sádico confeso y le guste dejar al conductor que le sigue acordándose de toda su parentela mientras usted cruza despreocupadamente en rojo y él tiene que detenerse. El efecto se multiplica cuando la reducción de velocidad comienza justo cuando el semáforo ha cambiado a ámbar. Si usted es aficionado a estas prácticas antisociales no se sorprenda de que algún día le disparen por la espalda. Yo negaré haber estado allí.

Las rotondas no son cruces

Seguramente se habrá sentido justamente indignado cuando al ir a atravesar un cruce curiosamente redondo se ha encontrado con que algún avieso ingeniero del ayuntamiento ha colocado un obstáculo circular en el centro del mismo, rodeado por un bordillo y frecuentemente lleno de plantas y otros objetos decorativos. Pues voy a sentir mucho tener que decepcionarle: el cruce en cuestión no es tal y se llama "rotonda". Lo que el avieso ingeniero del ayuntamiento pretende es que usted la rodee en sentido contrario a las agujas del reloj y que, cuando haya decidido qué vía de las que confluyen en la mentada rotonda quiere tomar, utilice el intermitente y se incorpore a la misma. ¿Sencillo, verdad?

De todas las cosas que importan en una rotonda, la más notable es que, independientemente de lo gorda que sea la calle por la que viene o de su arrojo personal, usted no tiene la prioridad. ¿Por qué? Porque esa es la gracia, que la prioridad la tenga el que ya está dentro de la misma, y no el que llega. En conclusión: cuando llegue a un rotonda, párese a no ser que la encuentre vacía, por su bien y el de su aleta izquierda. Y no mire con esa cara de becerro al que le pite por saltarse el ceda al paso.

Sigamos eliminado leyendas urbanas. ¿Se debe señalizar para girar alrededor de la retorta? No. ¿Deben los otros conductores señalizar si su intención es seguir dando vueltas? No. ¿Debo señalizar si me voy a salir de la rotonda? Sí. ¿Debo señalizar si entro en la rotonda con la intención de seguir de frente? Sí, al salir, y además no puede entrar de frente sino rodeando la retorta. ¿Puedo hacer un escrito al ayuntamiento para que quite las rotondas y ponga semáforos? Puede, pero insista en que los sincronicen primero.

Las motitos

En el caso de conducir un ciclomotor la estadística dice que hay elevadas probabilidades de que no alcance unos mínimos de lectura comprensiva para poder entender mis consejos. Por ello, si usted conduce sin casco, si suele llevar en su moto a más de un pasajero, si carece de seguro, si hace caballitos o si estudió la ESO llame a algún adulto en posesión de todas sus facultades mentales para que le lea el resto del artículo y se lo explique despacito.

Dos de los grandes misterios de la civilización occidental son el "abrefácil" y que se pueda conducir una moto sin carnet. Si no fuera así, usted comprendería que existen algunas reglas de convivencia que procede respetar por su propia seguridad y la del resto de conciudadanos que no tienen la culpa de su indigencia intelectual. Como no puedo darle un curso acelerado de dos párrafos voy a proporcionarle algunos rápidos consejos a vuelapluma y, si me lo permite, le hablaré de tú para que sepa que me dirijo a usted:

- Cosas que no son carriles para motos: la línea discontinua que separa las líneas de coches; el espacio entre la fila de la derecha y el bordillo; el espacio a la izquierda de la fila de la izquierda; la acera ; los pasos de cebra.
- Cuándo conviene no pasar: si ves un semáforo en rojo, si ves una señal redonda roja con una raya horizontal blanca en el medio.
- Qué hacer si vas un poco pasadito: pídete un taxi con el dinero que sacas mangando móviles.

La educación, esa desconocida

La educación no es más que la interpretación laica de un sencillo principio: tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros, desde la consciencia de ser todos iguales en nuestra calidad de seres humanos (si procediere). Es un sencillo principio que tiene la facultad de hacer que la vida sea más agradable, menos hosca y más digna para todos.

Partiendo de esta idea, quizás convendría aclarar que, salvo que usted conduzca una ambulancia, un coche de bomberos o un patrullero, o bien tenga alguna urgencia médica, sus derechos y obligaciones en la carretera son idénticos a los del resto de la población. Por ejemplo: no hay ningún motivo por la que nadie deba cederle el paso cuando intenta incorporarse al tráfico o cambiar de carril. Si alguien (un poner, yo mismo) se detiene porque se apiada de su situación, dé las gracias: con un asentimiento de cabeza o un leve gesto displicente con la mano bastará. No sabe la cara de tonto que se le queda a uno cuando después de hacer un esfuerzo amistoso por mejorar la convivencia urbana el beneficiado resulta ser un gañán que se piensa que tiene más derechos que los demás. Recíprocamente, si ve a alguien que quiere incorporarse a una calle atascada, ¿qué le cuesta dejarle pasar, si usted está parado de todas formas? ¿Está estreñido o qué?

Otra cara de la misma moneda: pedir perdón cuando uno hace el tonto. Todos somos falibles, unos más que otros, así que si comete una estupidez que podría haber causado una desgracia, como por ejemplo su asesinato por parte de otro automovilista indignado con las autoescuelas de España, discúlpese. Resulta difícil asesinar a alguien que educadamente pide perdón.

Recuerde: con la educación se va a todas partes, aunque no conduzca ella.

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